Hay dos razones por las cuales la infraestructura pública, así como el transporte público, y algunos teléfonos públicos están desbaratados, sucios, rayados e inservibles.
La primera razón es una que recalcamos una y otra vez. La otra razón no queremos afrontarla.
Si nuestros buses, taxis, bancas escolares, baños públicos, paradas y demás están en malas condiciones, es porque no se les da el mantenimiento debido. Eso nos gusta repetirlo todo el tiempo, y quejarnos de que "esto no sirve".
Pero ahí es donde entra la segunda causa: no cuidamos lo que está al servicio público. Rayamos los asientos de los buses, los cortamos con cuchillas, al igual que con las bancas y pupitres, al igual que con las paradas de buses. Los panameños somos dañinos como una plaga de langostas. Al menos las langostas no se quejan después de que hicieron el desbarajuste.
Esto es más dramático en el transporte público.
Si bien es cierto que el transporte en el país es poco menos que pésimo -en el ámbito económico y social, primordialmente- también es una verdad de a puño que los usuarios de estos buses no los cuidan, les dañan los asientos, deterioran el vehículo cada vez que pueden, etc.
Los pasajeros están obligados -por puro carácter cívico- a cuidar los bienes comunales, y mal que bien los llamados "diablos rojos" son un bien colectivo. Aunque estén en manos de particulares, los buses están en las calles para servir a todos los ciudadanos y sus hijos, y no está bien que se destruyan.
Particularmente los estudiantes se han encargado de hacer añicos muchos interiores de los buses, lo que desdice de la calidad humana de todos nosotros. Entendamos que si no cuidamos estos vehículos, el servicio será peor de lo que ya es, y peor aún seremos nosotros mismos los perjudicados.
Y el ejemplo de los buses, que es patético, tiene el mismo valor para todos los otros bienes públicos en las ciudades, y que corren la misma suerte: las bancas de los parques, los baños, los semáforos, las luminarias, los letreros, las fuentes de agua, los teléfonos públicos, etc.
El panameño debe aprender a cuidar lo que es de todos, porque desatendiendo este mandato, le hacemos daño a nuestros propios hijos.