Increíblemente, en la actual era de la información, en la que a través de la tecnología podemos conocer al instante cualquier evento importante o banal que ocurra en el mundo, existen personas completamente abstraídas de lo que sucede a pocos metros de sus propias casas.
Estos individuos son el ejemplo perfecto de que la tecnología y la abundancia de conocimiento en la actualidad solo son buenos en la medida que se les aproveche y se les utilice correctamente.
Ejemplo: muchos afectados por el envenenamiento por dietilenglicol todavía tenían en su poder frascos con expectorante sin azúcar contaminado meses después de haberse desatado la tragedia. Y todo esto, a pesar de la avalancha de información que salió publicada alrededor del mundo, en televisión, radio, periódicos e Internet.
Si tan solo hubiesen leído un periódico, o escuchado la radio (que llega a todos los rincones del país), hubiesen evitado haber ingerido el jarabe.
El problema es que a muchos panameños en las ciudades y áreas rurales no prenden la televisión para otra cosa que ver novelas, la radio la encienden únicamente para escuchar música a alto volúmen, y ni siquiera se preocupan en hojear los periódicos.
En consecuencia, están totalmente perdidos. No pueden sostener una conversación sobre ningún tema importante que no sea novelas o juegos deportivos. Fuera de eso, no saben ni siquiera lo que les conviene.
El estar informado sobre las cosas que nos afectan es un derecho de todos, pero hay que aprovecharlo al máximo. La pobreza no es solo falta de dinero; también hay pobreza intelectual, que es mucho peor, porque nos convierte en inútiles ante los retos de la vida.