El Señor de las Tinieblas tiene varios hijos, entre ellos encontramos LA ENVIDIA Y LA HIPOCRESÍA, que se destacan como los peores demonios que pueblan la tierra. Y lo peor de esto es que esos maléficos engendros han tomado figuras de seres humanos -algunos seres humanos- cuya misión es destruir, o tratar de destruir, todo lo que para esos demoníacos seres se traduce en bondad, humildad, sinceridad, honestidad, solidaridad y amor hacia el prójimo.
Así, nos encontramos con gente -que pueden ser familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc., -quienes, por un lado, tocados por el demonio de LA ENVIDIA, jamás saldrá de su boca una frase alentadora, de felicitación, de alegría compartida, o, en el mejor de los casos, un genuino espaldarazo (o abrazo) como un sincero gesto para rubricar el reconocimiento que se tiene por un trabajo bien hecho.
Sigue a esto el demonio de LA HIPOCRESÍA que, como su hermana LA ENVIDIA, siente una terrible y aguda punzada en su corazón, sentimiento éste que disimula con falsas sonrisas, acompañadas de gestos igual de falsos (que pudiera ser un tibio apretón de mano, o un beso tipo Judas), lo cual hacen solo para no perder la conveniencia que tal acto hipócrita quieren conservar, lo que canallescamente llaman "amistad". Pero el demonio llamado HIPOCRESÍA que anida en esas personas, va sembrando odio, animadversión, cizaña y un montón de otras situaciones negativas, creadas especialmente para "dañar" a ese, o a esa, a quienes "no soportan" porque el brillo de la personalidad, la capacidad y la eficiencia de la persona envidiada y odiada, es tan resplandeciente que opaca el poco, o casi ningún, brillo que pudieran tener los menta'os demonios.
Como corolario a lo anterior, he aquí lo que dice Proverbios 26-24 y 25: "...El que odia, lo disimula cuando habla... No le creas si te habla con ternura, pues su mente está llena de maldad". Y en 27-5 y 6, leemos: "...