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Las destituciones, jubilaciones y llamados al orden que han estremecido a la Policía Técnica Judicial con la llegada de una nueva jefatura, dejan al descubierto que los panameños estamos huérfanos de un ente gubernamental que garantice la seguridad pública de todos los ciudadanos.
Observando un balance de los movimientos acaecidos dentro de la institución, se llega a la conclusión de que, la ola de violencia generalizada, robos y crímenes que han venido azotando la ciudad, tiene sus tentáculos en la indiferencia y la participación solapada que practicaban estos malos funcionarios, ahora erradicados del seno de la PTJ.
Igual acción profiláctica debe emprenderse en las demás ramas del Ministerio Público dedicadas a combatir el delito en sus diferentes formas, ya que resulta ilusorio limpiar la casa por fuera si adentro persiste la inmundicia.
Amparados en una especie de código de silencio y de falso rigor investigativo, estos petejoteros cometían sustracción de bienes confiados a su responsabilidad, atropellos contra civiles y manipulación de investigaciones para usufructo personal del crimen organizado que dicen combatir. Esto es sólo la punta del gigantesco iceberg, en cuyas profundidades yace la impunidad y el engaño a una población que cada día que pasa se siente más desesperada e incrédula. |
