Seis mil muertos por no atender al signo
Hermano Pablo
Murieron en Irak seis mil personas, intoxicadas con pan. El pan que les produjo la muerte había sido amasado con harina de un trigo enviado desde el occidente. Pero ese trigo no era comestible. Era una semilla experimental enviada al gobierno de Irak. Las semillas estaban inoculadas con mercurio, a fin de que se hicieran ciertos experimentos de siembra. Las bolsas llevaban bien impreso de ambos lados el signo de veneno: una calavera con tibias cruzadas. Lamentablemente los iraquíes no le hicieron caso al signo. Pensaron que sería error o exageración. En vez de usar el trigo en experimentos, lo molieron y vendieron la harina para hacer pan. El resultado fue la muerte por envenenamiento de más de seis mil personas. El signo de la calavera y las dos tibias cruzadas es símbolo universal de la muerte. Se imprime en frascos de veneno para advertir de su peligro, en polvorines y santabárbaras para indicar que contienen peligrosos explosivos, y en ciertos pesticidas e insecticidas para indicar que no son para el consumo de seres humanos. Y se imprime en generadores de alta tensión eléctrica para dar a entender que el que los toca se muere. Con todo, hace falta poner ese signo de advertencia en varios lugares más. Debiera ponerse en la cajetilla de cigarrillos y en la botella de licor. Debiera ponerse en el libro inmoral y ateo. Debiera ponerse en el rostro de la mujer bonita pero cautivadora, destructora de hogares. Debiera imprimirse en la marihuana y el LSD, y en la invitación a la fiesta licenciosa y ruidosa que termina en orgía. Debiera imprimirse también en toda esa doctrina religiosa falsa que anda por el mundo y que oscurece la luz del Evangelio de Cristo. Pero si no se puede emplear ese signo de muerte para advertir del peligro, hay otro modo de salvar de la muerte eterna a tanto incauto. Se puede levantar en alto el signo de la vida, que es la cruz, no como amuleto, ni como fetiche ni como objeto material de culto, sino como símbolo del medio por el cual experimentan la salvación y la libertad espiritual los que creen y siguen a Jesucristo.
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