"Dejad a los niños venid a mí, y no se lo impidaís, porque de los tales es el reino de Dios. Lc 18: 16".
Paradojicamente ese es el epitafio en la tumba que está al lado de la sepultura de la niña Quirian González, cuyo funeral se dio ayer.
El dolor se podía oler en el ambiente. Sus padres, tíos, abuelos y quienes la conocieron, no paraban de llorar.
La pequeña tenía cuatro años cuando un adulto truncó su vida.
Cerca del altar de la Iglesia Divino Niño, en la comunidad de la 24 de Diciembre, estaba el pequeño féretro blanco que contenía el cuerpecito de "Choli" (como la llamaban), ataviada con un hermoso traje blanco, calzando los zapatos que tanto le gustaban. Parecía dormida.
Afuera, los que quedaban con vida, escuchaban atentos el sermón del sacerdote Rafael Siu, que inevitablemente tuvo que hacer referencia sobre la responsabilidad que significa el ir tras el volante de un auto, los que se han convertido en máquinas de muerte.
Fresco está el recuerdo del trágico lunes (hace cuatro días), cuando un conductor ebrio le quitó el último aliento de vida al que era el sol de su casa, a la peleona, a la pequeña "Choli".
Camino al campo santo, familiares, vecinos, amigos de la familia, no dejaban de lamentarse por tan desafortunado suceso, mientras que la abuelita de la pequeña no resistió a tan fuerte impresión y se desmayó.
En el Cementerio Municipal de Juan Díaz, en el pabellón de los niños, otro pensamiento adornaba una de las bóvedas vecinas: "A pesar de que te fuiste como una estrella fugaz, siempre te amaremos".
A distancia, los seres queridos de la niña se aprestan a iniciar el proceso de duelo, algo que de seguro no será fácil, pero conscientes de que las personas sólo mueren cuando se les olvida, y la "Choli" será difícil de olvidar.
LO QUE CUESTA UNA VIDA
Tomás Anel Herrera Vergara, de 29 años, es el hombre que el pasado lunes conducía el auto que atropelló a "Choli". Estaba ebrio, según la Policía. Lo apresaron, pero se dio a conocer que está libre tras pagar una fianza, hasta que se realice el juicio.