MENSAJE
Recuerdos que nos conviene olvidar
- Hermano Pablo, Costa Mesa, EE.UU
- Había una vez un
joven a quien, terminada la escuela secundaria, envió su padre a
estudiar a un país lejano. El pobre joven acababa de enamorarse
de una señorita ingeniosa. Ella, consciente de lo difícil
que sería atizar a distancia las brasas de su amor, le dio de recuerdo
a su novio, antes de su partida, una foto en la que escribió al
dorso: "Esta no es para que al verme me recuerdes, sino para que al
recordarme, puedas verme." Lo que ella no contempló es que,
durante los largos meses de separación que seguirían, cada
vez que ese joven se acordara de ella --con y sin ayuda de la foto-- recordaría
no sólo los momentos alegres que habían pasado juntos sino
también los tristes. Junto con las memorias agradables surgieron
las desagradables. Lamentablemente, él se acordó de sus mentiras,
ofensas, regaños, celos y arrebatos. Con el paso del tiempo el fuego
se apagó, y nuevos fuegos perdonadores se encendieron en su lugar.
No era justo que el imperfecto joven de esta parábola recordara
lo malo junto con lo bueno que tenía su novia, pero era probable
por una razón muy sencilla: todos padecemos de la tendencia a recordar
no solamente lo que nos conviene recordar sino también lo que nos
conviene olvidar. El incomparable Miguel de Cervantes refuerza esta lección
en el capítulo 21 de la primera parte de su obra maestra. Una de
las tantas veces que Don Quijote le oye a su escudero Sancho Panza quejarse
de haber sido el objeto de burla de ciertos maleantes, Don Quijote le recrimina:"Mal
cristiano eres, Sancho, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han
hecho."
Así se vale Cervantes de su personaje principal para recordarnos
la novedosa enseñanza de Jesucristo en el Sermón del Monte.
Allí Cristo nos aconseja que olvidemos la injuria y amemos al injuriador.
Es una idea revolucionaria que a simple vista parece absurda, y que sin
embargo da resultado. La han comprobado miles de personas desde ese día
en que Cristo la expuso, pero ha habido otras tantas que la han descartado
por haberles parecido demasiado dura. Y es que lo es... sin la ayuda de
Dios. El es el único que nos puede ayudar a amar hasta ese extremo.
Llevó a la práctica su enseñanza cuando perdonó
a sus verdugos desde la cruenta cruz en que lo clavaron, y luego ayudó
al mártir Esteban a hacer lo mismo cuando lo estaban apedreando.
No optemos por el camino fácil; amémonos más bien,
como Esteban, de ese amor que Cristo nos ofrece. El no promete librarnos
de esos recuerdos dañinos, pero sí promete ayudarnos a derribarlos
como fortalezas al darnos poder divino para librar batallas campales contra
ellos.
|
|
CULTURA |
Nuevo sorteo de visas inalcanzables para indocumentados. |
|