MENSAJE
Gente buena y humanística
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
-
- Casó ocho meses
cautivo de secuestradores. Ocho meses en que ni la policía supo
de su estado. Ocho meses de angustia para la esposa, de incertidumbre para
las autoridades y de suspenso para la prensa. Hasta que Rocco Surace, industrial
italiano de 35 años de edad, fue liberado tras un pago de mil millones
de liras italianas, equivalente a 870 mil dólares.
"¿Cómo lo trataron?", le preguntaron los periodistas
a Rocco. "¡Muy bien! -contestó el joven-. Agradezco a
Dios que estuve entre gente humanitaria".
¡Qué interesante! Una banda de secuestradores se lleva a
un hombre. Lo retiene cautivo ocho meses. En esos ocho meses lo priva de
su libertad y de todos sus derechos normales. Pero, dice él, los
secuestradores lo trataron bien. Le dieron buena comida, le brindaron amistad,
lo trataron humanamente.
¿Será que aún entre los delincuentes hay gente honrada
y de buen corazón? Tal vez sí. Un delincuente no es necesariamente
un monstruo, un ogro de cuentos de hadas. Dentro de delincuente puede haber
todavía una conciencia, un corazón, un sentir de amistad.
Bien decía Aristóteles que el hombre es un ser a mitad de
camino entre la bestia y el ángel. Tiene un poco de bestia primitiva,
pero tiene también un poco de ángel que podría ser.
Ningún hombre es completamente perfecto. Pero tampoco hay ningún
hombre que esté totalmente depravado. El mal y el bien se mezclan
en la naturaleza humana. Por eso hay gente buena que a veces comete actos
malos y gente mala que de repente procede como si fuera buena.
Teológicamente hablando, podríamos decir que el hombre
lleva estampadas dos imágenes; la de Dios su Creador, y la del diablo
su engañador. A veces predomina una imagen, a veces predomina la
otra. Eso explica la interminable lucha dentro del alma de cada ser humano.
La Biblia la llama la batalla entre el espíritu y la naturaleza pecaminosa.
Sin embargo, la Biblia también enseña que el hombre puede
adquirir una nueva imagen, pura y perfecta: la imagen de Cristo. Cuando
un hombre, no obstante lo malo que sea o haya sido, se entrega de corazón
a Jesucristo, Cristo imprime en él su propia imagen y le da su propia
naturaleza. Esta es la esencia del evangelio de Cristo. Esta es la salvación
que Dios quiere darnos. Esto explica el por qué de la Cruz. Por eso
debemos recibir a Cristo como nuestro Salvador.
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