Tener dos o tres trabajos se ha convertido en algo normal en Panamá, cuando el salario de un solo empleo no alcanza para ponerle mantequilla al pan. Joderse por más de 18 horas para vivir más o menos y dar de comer a los pequeños de la casa es de hombres trabajadores. Son ejemplos de ciudadanos que se ganan la vida honradamente, sin embargo, la otra cara de la moneda presenta a sujetos que tienen un empleo fijo, donde no son excelentes, que son premiados con puestos en donde no los conocen ni cuando van a cobrar.
Ser un "botellón" es deshonesto. Es un irrespeto para con los miles de desempleados que anhelan, aunque sea, con ganarse doscientos dólares y tener Seguro Social.
No es justo que Juan de los Palotes se aproveche con un jugoso salario cuando el hijo de la cocinera esté pasando páramo. A pesar de la injusticia, a las botellas no les interesa con los demás. Ellos son como el vidrio del que están hechas: no sienten, no lloran, no sufren, pero sí saben vivir. No les interesa más nada que estar bien colocadas en repisas de donde nadie las pueda tocar y de donde no se puedan caer para no sufrir el efecto de la gravedad que sería fatal para ellas.
Cuando un hombre se convierte en botella entrega su alma al mejor postor. Carece de criterio y de pensamiento propio, pues es dominado por la imposición de sus creadores o de sus amigos.
¿A quién no le gusta tener un par de reales de más? Nadie negaría un bono extra, pero éste debe ser sano y alejado de la viveza política que impera en nuestros países latinoamericanos que destruye la sabiduría con encantos del mal.
Si usted es o está pensando ser botella, debo recordarle que el vidrio se recicla con alta temperatura. También es un material frágil que no soporta caídas de las que de seguro sufrirá en su momento. ¡Ojo!