En el evangelio de hoy, Jesús imparte instrucciones a sus discípulos. El objeto de sus enseñanza es que sus discípulos comprendan cuál va a ser el destino del Mesías, que luego les tocará también a ellos. Este primer anuncio de su pasión no es comprendido por los apóstoles, pues ellos aguardaban un mesías que fuera caudillo, con poder político y militar para transformar el régimen social que vivía el pueblo de Israel bajo el dominio del Imperio Romano. Los discípulos estaban sumergidos en la ambición personal, van discutiendo sobre quién era el más importante entre ellos y qué puesto ocuparía cada uno cuando llegara el tiempo del Reinado del Señor. Jesús no quiere ser un líder de masas. Al echarles en cara su incapacidad de comprender, les propone un nuevo estilo de poder, alternativo al de este mundo, que busca oprimir y dominar; quien quiera ser líder del pueblo debe hacerse servidor de todos. Y para ilustrar esta enseñanza, Jesús presenta como ejemplo a un niño. ¡En este niño que Jesús abraza están representados todos los niños del mundo, y también todos los hombres necesitados, desvalidos, pobres, enfermos, en los cuales nada brillante y destacado hay que admirar!