OPINION


Papá, por favor... ¡escúchame!

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Por Raymundo Moore
Colaborador

En estos días cuando se celebra la Semana de los Valores, toda la atención se centra, o tiende a centrarse, en la figura de los padres, sobre quienes está puesto el énfasis en la necesidad que tienen de educar bien a sus hijos, inculcándoles la importancia de su bien actuar en todos los niveles de su formación, tanto en el hogar como en el área escolar. Pero, ¿Por qué los que así increpan a los padres, no se toman el trabajo de pedirles que escuchen a sus hijos? ¿Por qué se hace ver que todo debe girar alrededor de órdenes, directrices y un alto grado de sentimiento, sin el elemental derecho universal del niño, del menor, del adolescente, de poder disentir - disentir con respeto - sin exponerse esos hijos a una injusta reprimenda, o, en grado extremo, a una paliza?

No escuchar a tu hijo, irremediablemente lleva su voz a los oídos de otros que sí le prestan atención; que sí les escuchan y brindan el apoyo, el afecto, la comprensión y otros tipos de valores y cualidades psicoafectivos muy distintos a los que ustedes como sus padre, jamás les enseñarían. De hecho, son incontables las veces cuando, desesperados, un hijo -o una hija - le grita a su padre, o a su madre, "...por favor, ¡escúchame! Y lo que recibe es un gesto de desprecio y/o indiferencia, seguido de frases altisonantes, cargadas de ofensivos epítetos, tales como, ¡ya deja de joder... me tienes cansado con esa lloradera..." o, "...a llorar a la iglesia...", ignorando esos padres que la mayoría de esos jóvenes no va a la iglesia (si acaso algunos), y más bien salen disparados a donde se reúnen con "the gang", que es precisamente el lugar donde se incuban todas las acciones antisociales, como resultado del resentimiento que día a día los jóvenes van acumulando. Y es que dentro del "ganga" (que significa, grupo, banda o pandilla), es donde nacen los "gansters" (o pandilleros), que tiene un solo objetivo en mente: vengarse de una sociedad que, en la figura de su padre, o de su madre, una y otra vez les da la espalda, cerrándoles el oído a la súplica que les hacen por ser escuchados... típicos casos de "causa y efecto".

Así que, señor o señora, presten oídos a sus hijos, no sea que luego lean sus nombres a grandes titulares en algún diario de la localidad, dando cuenta que su hijo, o hija, acaba de "cagarse" en la vida de algún inocente cristiano, sin que usted sospeche siquiera que fue precisamente usted, quien lo empujó a ello. Por lo tanto, en adelante, cuando se lo pidan, ¡escúchenlos... por favor! ¡Au Revoir!

 

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