La tónica común en el pueblo panameño es que la ciudadanía se desconecte de los problemas nacionales, y sólo comente sobre ellos durante las conversaciones de sobremesa, o en la cantina, en el bingo, o a la salida de misa. Nos interesan más, pues, los bochinches políticos, y no los asuntos nacionales que requieren verdadera atención de todos.
Es por eso que toda la conducción de la cosa pública queda en manos de unos pocos; aquellos "políticos profesionales" que han llegado al poder por el voto y la designación, o aquellos que, desde la oposición, tiran líneas que de una manera u otra son asumidas por los Órganos de poder político.
Como vemos, el pueblo se cruza de brazos, y se dedica a su vida privada, y ni siquiera se interesa en pronunciarse cuando los políticos están tomando decisiones que podrían afectarle en esa vida privada a la que tanto se dedica.
En consecuencia, el país se ha llenado de ciegos y sordos, quienes no ponen atención ni se pronuncian cuando los políticos hacen del país su finca privada; cuando van desmoronando las instituciones y atentan contra el modo de vida de cada uno.
Cuando volteamos la mirada, lo que encontramos son escombros, y entonces nos quejamos de que los políticos se equivocaron. Pocos se ponen a pensar que la culpa es de cada uno, por no supervisar a los políticos, y por desconectarnos de la realidad nacional. |