El hombre joven pasó la calle en Pueblo Nuevo. En una mano llevaba a su hijo de unos dos años. En la otra... ¡una botella de licor! Miré hacia el lugar de donde había salido el hombre. Era una de las populares fiestas de fin de semana.
Tal vez para muchas otras personas esta escena no tenía ninguna importancia.
Para mí, ver eso me causó amargura...
Pensé en el mal ejemplo que le estaba dando ese joven padre a su pequeño hijo.
Al crecer la criatura (y ver muchas veces más a su padre libando licor) es casi seguro que lo imitará.
Porque para ese panameño tomar licor será algo que hacía su padre a cada rato, y por lo tanto, no tendrá nada de malo.
Muchos niños consideran a sus padres como dioses. Lo que ellos hablan o hacen es el mejor ejemplo a seguir en sus futuras vidas.
Así como se imita lo malo, también se puede hacer con las cosas buenas.
Como malos ejemplos que no deben seguir los hijos de sus padres, están el fumar, decir palabras sucias, violencia doméstica, gastarse la plata en "chinguea" (juegos de azar), robar, corrupción, etc.
Lo peor es cuando esos padres irresponsables integran al niño a sus malos ejemplos. Entonces los envían a la tienda de la esquina a comprar cigarrillos y hasta cerveza (aunque esté prohibido).
Por suerte esto de que los hijos imitan a sus padres, en las cosas buenas y malas, no es totalmente cierto. La vida señala que a veces el hijo se da cuenta de lo negativo de la acción del padre ¡y la rechaza!
Conozco casos de padres maleantes cuyos hijos se superaron en base al estudio y el trabajo honrado. Y lograron ser panameños de bien, respetados por la comunidad.
Como hecho curioso fue uno que ocurrió hace muchos años. El padre era un "don Juan", persona que andaba de mujer en mujer.
Se supone que el hijo saldría igual que el padre. Pero la realidad de la vida le jugó una mala pasada a este hombre.
El hijo en lugar de ser un mujeriego... fue un "hombreriego". Su inclinación sexual era todo lo contrario a la de su padre.
Y eso a este sujeto, le dolía mucho...