Durante la vida somos testigos de muchas situaciones que por comodidad, por temor o por irresponsabilidad no las afrontamos con el deber cívico y como ciudadanos de bien. Es así, como nos hacemos cómplices por inacción. Por ejemplo, cuando observamos a algún vecino que se roba el combustible del auto oficial para depositarlo en el suyo que es particular; también, cuando vemos que el hijo de la vecina se ha hurtado un artículo y no los denunciamos.
También, sucede cuando descubro que algún pariente cercano está iniciándose o consumiendo drogas, prefiero guardar silencio y hacerme el desentendido, o cuando soy testigo de maltrato intrafamiliar, hago lo mismo.
Sonreímos ante el funesto "juega vivo" y ante la negativa "serruchadera". Le exigimos a nuestros hijos que sean honestos y que siempre digan la verdad, pero muchas veces les exigimos de que sean cómplices de nuestras mentiras, a las cuales las llamamos" mentiras blancas".
Con mucha frecuencia juzgamos, criticamos y hasta censuramos a otros, sólo por un marco de referencia y estereotipos equivocados y en ocasiones basados en nuestra propia experiencia, desconociendo la individualidad de cada uno. En esta sociedad globalizada nos hemos acostumbrado a ser cómplices y tolerantes del delito y de la maldad, pero es hora de cambiar. |