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MENSAJE
Una extraña lista de precios
Hermano Pablo
Crítica en Línea
La lista de precios está a la vista de todos. Es una lista singular, muy de este siglo, muy de la tecnología moderna. No es una lista de precios de automóviles nuevos, ni de vestidos lujosos ni de piedras preciosas. La lista reza así: hombre común, 50 dólares; político, 150 dólares; abogado, 700 dólares; banquero, 1.000 dólares; ejecutivo, 2.500 dólares; deportista, 4.000 dólares; y «genio», 15.000 dólares. Esta es la lista de precios del «Banco de esperma humana» del doctor Sergio Gómez, de la ciudad de Americana, Brasil. Con esto de la inseminación artificial se ha formado un próspero negocio. Como hay muchas mujeres que no quieren tener esposo pero sí quieren tener hijos, buscan algún «Banco de semen» para obtener y escoger la simiente que necesitan para tener un hijo. El doctor Gómez, reconociendo la ley de la oferta y la demanda, ofrece semen de diversos individuos. Por un hombre común de la calle, un vagabundo voluntario, cobra 50 dólares. Por un ejecutivo cobra mucho más: 2.500. Y por un genio, eso sí, auténtico, émulo de Einstein: 15 mil dólares. Y así cobra distintos precios por cantantes, artistas de cine, pintores de brocha fina, escritores, industriales, y demás. De todo esto surgen dos grandes inquietudes. Una: ¿Cuánto vale un hombre? ¿Y con qué criterios debemos medir el valor de un hombre? Además, ¿qué seguridad hay que el semen de un deportista, por ejemplo, produzca otro deportista? ¿Qué garantía tenemos que el semen de un genio no produzca un idiota? La otra inquietud es: ¿Qué rumbo lleva la raza humana? Con todo lo llamado «ciencia genética», desde la inseminación artificial hasta la manipulación de los genes humanos, ¿cuál será el final de tanto experimento? Lo triste de todo esto no es el espíritu de investigación sino el desdén que, junto con esta inquietud científica, se tiene de lo espiritual. Y uno no sabe si es la inquietud la causa del menosprecio de lo espiritual, o si es el menosprecio mismo la causa de la inquietud. Lo cierto es que hay un Dios, creador de todo lo que existe, Padre de toda la raza humana. Y quiera el hombre reconocerlo o no, todo ser humano tendrá que comparecer ante el Padre eterno para dar razón de su comportamiento en esta vida. Dios nos ama y nos estima a todos por igual. Abrámosle nuestro corazón e invitémoslo a ser nuestro Salvador. Él espera nuestra invitación.
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