Hace aproximadamente un año y días leía el periódico mientras viajaba hacia mi trabajo en horas de la mañana. Dos agentes de la Policía Guarda Frontera, en Darién, habían desaparecido mientras vadeaban el Río Tupiza.
Cuando leí el nombre de uno de los policías: "Benedicto González Montezuma", no pude evitar un estremecimiento. Conocí a Benedicto cuando era un niño de 13 años. Yo ejercía la función de "tutor" en el internado "Ju Ni Ngäberegwe" ("La Casa de los Ngäbe"), que Fe y Alegría mantenía en San Félix, Chiriquí, especialmente, para estudiantes indígenas que estudiaban en el Primer Ciclo de esa localidad.
Por su tierna edad, por su jovialidad y buenos modales, Benedicto era uno de los estudiantes más apreciados por todos. Se le conocía entonces con el sobrenombre de "Näbägre Kwatda-Dorebe", que en la lengua Ngäbe significa "El Niño de la Piel Suave". Poco a poco este sobrenombre se fue reduciendo a "Kwatda-Dorebe" ("El de la Piel Suave"), hasta quedar sólo en "Kwatda" ("Piel"). La última noticia que había tenido de él había sido hacía más o menos dos años.
Me habían dicho que había ingresado a la Policía y que estaba en el Darién. La calma y la alegría volvió a nosotros al saber que había sido encontrado sano y salvo junto a su compañero Daniel Onny Rivas (ver Crítica Libre, del 12 de septiembre de 2,000, p. 2). Que Dios les dé salud y muchos años más de vida. |