El campesino de la tercera edad se acercó al auto apenas se detuvo. Me ofreció diez libras de yuca a dos balboas.
Estaba en el poblado chiricano de San Lorenzo, a comienzos de agosto, de regreso de vacaciones por las tierras altas.
Lo primero que pensé fue "¿qué haríamos dos personas con diez libras de yuca?". Di una excusa al señor y entré a una tienda.
Al salir, el productor convertido en comerciante, me rebajó cincuenta centavos. Decidí comprar para poner fin a ese asedio.
Hice otras diligencias, pero mi mente se fue por "el túnel del tiempo". Me vi en El Valle de Antón, hace más de cincuenta años.
Allí, algunos dueños de viviendas de veraneo, se aprovechaban de los agricultores que iban el fin de semana a vender sus productos.
Esas personas a veces caminaban horas y horas por las montañas, para traer a El Valle unos productos de sus siembras.
Si no podían venderlos en el mercado lleno de turistas, tendrían que volver a sus ranchos ¡llevándolos! Entonces aparecían unos cuantos aprovechadores.
Por lo general, eran damas que ofrecían cambiar esos productos por ropa y zapatos usados. O por un precio muy por debajo del normal.
La excusa era que "si no tendrá que llevárselos a sus casas sin ninguna ganancia". Por lo general, el campesino aceptaba entregar su producto por cualquier precio...
Esos recuerdos fueron como un puñal en mi conciencia. Sentí que los cincuenta centavos rebajados me quemaban el bolsillo... y ¡se los di al campesino!
Luego tuve que regalar la mayoría de las yucas, pero mi conciencia estuvo tranquila. No me convertí en un aprovechador de la necesidad de un humilde productor panameño...
Allí en ese poblado chiricano estaba reflejada una amarga realidad. Este gobierno que tiene millones para regalar, no puede mantener un programa de compra de toda la cosecha de los agricultores panameños.
Por eso, muchos no quieren sembrar alimentos, porque después nadie les dará el precio justo a sus esfuerzos.
Eso acaba de ocurrir con el arroz. El gobierno PRD prefiere comprar arroz a campesinos extranjeros, que pagar lo que piden los panameños. Por eso, tendrán que venderlo en Costa Rica.
A un lado han dejado aquello de que el país "debe producir lo que consume, para tener independencia alimentaria".
Mientras se llenan la boca con los rascacielos millonarios y se regala plata buscando votos, muchos campesinos viven en la incertidumbre de si podrán vender a un precio justo sus productos.
¡Y quieren seguir en el poder...ajó...!