Ser adicto al trabajo tiene sus desventajas. De hecho, la obsesión por trabajar sin descanso puede volverse contra quienes la practican, y convertirlos en gente improductiva.
Nadie tiene baterías ilimitadas. Incluso los jóvenes se cansan, tanto física como mentalmente. Las horas y días de descanso tienen como fin recuperarnos satisfactoriamente de nuestras horas laboradas, para así regresar frescos a la siguiente jornada. Si las pasamos por alto, nos descargamos poco a poco.
Las horas de descanso se dedican a la familia, a la relajación, al entretenimiento, a los hobbies, a la lectura, al deporte, a dormir, a salir a divertirse, y a todas las actividades que nos apartan unos breves momentos de la monotonía del trabajo.
No hay nada malo con querer ser perfeccionista, pero cuando trabajamos y trabajamos sin cesar, nuestro cuerpo y mente comienzan a resentirse. Si trabajamos 12 horas todos los días, incluyendo los días de descanso, tarde o temprano comenzamos a sufrir de trastornos en el ánimo, pérdida de concentración, cansancio constante, y en el trabajo andamos somnolientos. Dejamos de rendir. Queremos, pero el cuerpo ya no aguanta.
De igual forma, el trabajo excesivo nos aleja de nuestra familia. Peor aún si nos llevamos el trabajo a la casa. Nos perdemos el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos, los momentos de diversión con ellos, y nuestra pareja se va alejando. ¡Cuidado y nuestra obsesión por el trabajo nos impide darnos cuenta de que estamos perdiendo a nuestros seres queridos!
Por un día a la semana, deje esos papeles ahí en la oficina, desconéctese y apague su celular, y dedíquese un tiempo a usted y a sus familiares y amigos.
Es precisamente con el descanso que sus baterías -que tanto necesita para rendir en el trabajo- se recargan. Cuando vuelva a su lugar de trabajo, estará como un cañón.