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Domingo 3 de septiembre de 2000



La familia auténtica

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Rómulo Emiliani

Cuando la familia es auténtica, todos saben que son miembros de la misma y que tienen derecho a vivir y a convivir en familia. Todos los miembros de una familia pertenecen a la misma, con todos los derechos y también las obligaciones, aunque con grados de autoridad diferentes. Papá y mamá mandan más que los niños, pero todos pertenecen igualmente a la familia y tienen el mismo derecho a vivir y convivir en ella.

Su hogar es el mejor ambiente, el más propicio, para que cada persona se puedan realizar plenamente en un ambiente de tranquilidad, armonía, silencio y oración. Su hogar es un lugar de encuentro de personas, donde todos deben tratarse como seres humanos, no como los animales, a gritos.

El hogar es una escuela donde cada miembro de la familia es está formando en un continuo proceso de crecimiento. La casa que usted habita con su familia es un lugar de aprendizaje de actitudes positivas y de virtudes. Recuerde siempre esta idea o sentido especial de la familia. Por eso, deben practicarse todas aquellas cosas que sirvan para que los hijos, el esposo, la esposa y aún la abuela, puedan superarse, como los consejos, las correciones sanas, las anécdotas ejemplares, y sobre todo los buenos ejemplos.

Su casa, su hogar debe ser un lugar de diálogo sincero. Procure que la verdad sea la norma en su casa, que se viva en un ambiente de sinceridad, de diálogo sincero y de una comunicación fluida.

Que cada uno tenga igual derecho a hablar y expresarse libremente, tanto el niño de cuatro años como el anciano de 80.

Sea celoso vigilante de su hogar y su familia, para que se acostumbren siempre a compartir experiencias, sentimientos y cualquier cosa que se haya leído o escuchado y que sea edificante. No permita que de afuera traigan bochinches ni chismes que envicien el ambiente de su familia.

Aquella vecina que está desocupada, que se vaya a contarle el último chisme del barrio al que vende raspado en el parque. Pero a su casa, ¡no! Por favor, no convierta su hogar en un lugar de chismes, bochinches, ni intrigas. Tampoco permita que se mienta en la casa, ni se acostumbren a mentirse unos a otros, porque el mentiroso al final termina mal. Respétense mutuamente y digan siempre la verdad en el momento que hay que decirla.

Cada miembro de la familia es importante y merece respeto. Los niños también necesitan tiempo y atención para aquellas cosas que para ellos son importantes. Por ejemplo, sus primeras experiencias en la escuela. El gran universo del niño pequeñito es su escuela, su maestra, el compañerito matón de la clase o el problemita que tuvo con la otra niña. Todos tuvimos la experiencia con el niño de la clase, aquel chiquillo que golpeaba a los más pequeños o débiles.

Bueno, si esto le ocurre a su hijo, escúchelo con atención y respeto; aproveche cualquier de esos momentos justamente para dar el consejo que se necesite. Para usted puede ser simplemente un problemita, pero para el niño es el problema. Enséñele a defenderse de alguna manera para que no sea el objeto de los maltratos del más fuerte del salón. Escuche a su niño cuando viene con su problema, atiéndalo, porque para él su problema es el gran problema.p

También, acostumbren a sus hijos a que sean capaces, públicamente, de expresar aquello que puede haber sido para él o ella una falla, pero que algunas veces por miedo al padre colérico no se atreve a admitirlo. Si no lo aprenden a expresar hoy, cuando aún son pequeños, mañana, cuando se metan en un problema en su trabajo, no podrán enfrentar con valentía las consecuencias de sus acciones.

Tampoco permita que su hogar se transforme en un lugar de perdición ni corrupción aceptando en su casa a personas que traigan cuentos que hacen daño a los chiquillos. A los niños hay que saberlos educar en cuanto a ciertas realidades y hay cosas que no se deben mentar frente a los niños, aunque sean verdades. Pero, a una edad temprana, el niño debe escuchar orientación y consejos del papá que tengan que ver con el sexo; igual la mamá con las niñas. A esa edad, ya ellos están más que preparados para escuchar y aprender, pero hay que hablarles de acuerdo con su cabecita.

Es importante que usted tenga idea clara de que en su casa todos están aprendiendo a caminar hacia el reino. Su hogar es un lugar donde todos juntos, de una manera u otra, se dirigen hacia el reino, al encuentro con el Padre Celestial. Al igual que una mazorca, poquito a poquito los granitos se irán desprendiendo, hasta que algún día todos nos encontremos como un ramillete de flores glorificando a Dios en el jardín del cielo. Todos están caminando juntos hacia ese puerto celestial. Por eso, la casa, la pequeña iglesia doméstica, tiene que ser un lugar donde se aprenda a orar, a atenderse y apoyarse todos en ese caminar hacia el cielo.

La presencia de Dios en su hogar, dentro de su familia, es indispensable para que perdure el amor, la fraternidad, la comprensión y todos los otros elementos que necesita una familia cristiana. Sólo con Dios se pueden superar las dificultades y problemas que se presentan en el ambiente familiar compuesto por tan diversas y distintas personalidades y caracteres.

Encomienden al Señor el cuidado de sus familias, y pidan Su protección y ayuda. Recuerde que sólo con Dios somos...¡Invencibles!

 

 

 

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