Desde que se construyó el Canal de Panamá y la presencia extranjera impuso su dominio en suelo patrio, una de las tantas aspiraciones de las generaciones de panameños que participaron en las luchas por la recuperación del territorio ocupado fue que los recursos derivados de esa gran empresa transnacional inyectaran la economía local en beneficio de todos nuestros compatriotas.
Hoy, la comunidad nacional e internacional puede constatar el profesionalismo con que la Autoridad de Canal de Panamá maneja esa importante ruta comercial y la forma como los fondos derivados de su funcionamiento trascienden la vía interoceánica para mejorar la calidad de vida de los habitantes, más allá del área metropolitana central.
Prueba tangible de esa distribución social más equitativa de los fondos que produce el Canal es la construcción de la represa de Laguna Alta, que ahora surte de agua potable a miles de familias en el área oeste, que a diario atravesaban por una carencia permanente del vital líquido.
Encomiable es también la labor de recuperación de los bosques que financia la ACP en varias regiones del país, que han sido degradadas por la agricultura y la ganadería intensiva, y en cuencas hidrográficas que proveen de agua a las comunidades.
Un ejemplo digno de ser imitado por las entidades del Gobierno es el valor que le asigna la ACP en sus proyectos a la participación comunitaria que al final se traduce en beneficios directos para los propios residentes en lugares tan apartados.
El proyecto de reforestación de 50 hectáreas, con unos 40 mil plantones maderables en la Reserva El Montuoso de la provincia de Herrera, en cumplimiento a la exigencia de mitigación por la ampliación del Canal, debe ser un requisito aplicable a todas las empresas que en modo alguno afecta el paisaje natural y modifica el ambiente.