Al principio todo era color de rosa; los anuncios en prensa, radio y televisión hablaban del cambio de la licencia de conducir sin costo alguno. Muchos pensaron que el gobierno, de acosador fiscal se había transformado en una especie de Santa Claus.
Cuando el usuario con licencia vencida fue a la ventanilla para renovarla se encontró con la sorpresa de que además de los veinte balboas normales y los exámenes tradicionales, ahora debe hacerse pruebas de la visión y de la audición, que le cuestan veinte balboas más.
Esto no sería pecado, pero el robo descarado se percibe cuando sólo se aceptan exámenes hechos por la empresa privada que tiene la concesión de las licencias. Allí no valen los laboratorios de la Caja de Seguro Social, Hospital Santo Tomás u otro centro médico privado. ¡En esa suma adicional es donde se encuentra el robo descarado!
¿Qué hace el gobierno para beneficiar a sus asociados? Pareciera que nada, y la pregunta que se hace media humanidad es ¿quién o quiénes se están beneficiando de esta celada financiera contra el pueblo?
Los que van a renovar el documento sufrirán el aumento de veinte balboas, pero aquellos que van a sacar la licencia por primera vez tendrán que participar de cursos teórico-prácticos de manejo, lo cual se convierte en otra carga económica.
¿Qué pasa señor presidente; hasta cuándo va a seguir castigando a su pueblo?
Se percibe en esta iniciativa, otra forma de hacer ricos a unos cuantos a costilla del sufrido contribuyente. Los faros y boyas son un ejemplo reciente de privatizar, para que pocos se beneficien y muchos se perjudiquen. ¿Qué pasa, pueblo panameño; cuándo vas a salir de ese mutismo, de ese letargo?