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La llegada de los hijos o las hijas al mundo, no puede ser reglamentada por ningún Estado u organizaciones que quieren dictar normas sobre la natalidad. Dios y sólo Dios puede determinar el nacimiento de una criatura.
Recientemente, una organización que cree en el control de la población, criticó a los padres viejos que traen hijos al mundo, como si fuera un pecado la procreación, cosa con la que muchos disienten.
Generalmente, las madres que a los 39 ó 40 años, tienen hijos, experimentan una sensación nueva y hay muchos nacidos de madres con esas edades, que se convierten en un compañero de su progenitora, brindándoles compañía, más si están solas.
Para el hombre que pasa los cincuenta años, es un reto y un desafío bello y hermoso; que lo hace recordar demasiadas cosas sublimes e inclusive, le permite corregir los errores que pudo haber cometido con sus hijos mayores.
El Antiguo Testamento tiene muchos pasajes sobre la traída al mundo de hijos, como ocurrió con Abraham y Sara, que con 75 años uno y 65 la otra, lograron procrear, la Biblia, la religión y la teología, están por encima del mundo del intervencionismo en la creación del ser.
En un medio cristiano como el nuestro, nadie tiene el derecho sobre el nacimiento del ser, nadie puede colocar barreras sobre quienes tienen el derecho a procrear, ni a decir a qué edad se deben tener los hijos o las hijas. Los infantes son ángeles, tenerlos es una bendición del Espíritu Santo. |
