"En los entierros de mi gente pobre, las flores son de papel, las lágrimas son de verdad", canta Cheo Feliciano. Así como esa canción fue el sepelio de Brayan Hims García, el niño de 3 años asesinado de un tiro en la cabeza por pandilleros de Curundú.
No hubo amenazas, ni lujos ni exageradas ofrendas florales, pero sí un despliegue de amor incondicional que lo acompañó hasta su última morada, donde se reunió con Dios.
Su pequeño cuerpecito fue sepultado en el Cementerio "La Cruz de Amador", lugar utilizado para los entierros de los niños.