El suicidio tarde y temprano

Hermano Pablo
Colaborador
Atravesó con las manos el vidrio de una ventana, cortándoselas, corrió en medio de una calle congestionada de vehículos y tuvo que ser sacado de una laguna en la que casi se ahoga. Era un presunto suicida. Tenía cuatro años de edad. En otro caso, una madre soltera pasaba por grandes aprietos económicos. Su hija sentía la tirantez de la situación, así que tomó un frasco de aspirinas y se comió doce de ellas. Deseaba morir. Tenía dos años y medio de edad. En un tercer caso, el padre de un niño había muerto seis meses atrás. El niño sentía profundamente la ausencia de ese ser tan querido. A fin de morir y reunirse con su papá, se arrojó al mar. Tenía tres años de edad. Hasta ahora los psicólogos han creído que doce años es la edad más temprana en la que el ser humano concibe la muerte y piensa en el suicidio. Por lo visto, hay que bajar ese límite a cuatro, tres, dos, y pronto, tal vez, a un año de edad. Estos son datos extraidos de una revista de psicología. El suicidio infantil es ya un problema a nivel mundial. Niños de diez, de nueve, de ocho o siete años se han estado suicidando con aterradora frecuencia. Ahora se registran casos de suicidio, o intentos de suicidio, en infantes de brevísimos años de vida. ¿Por qué se suicidan estos niños? Algunos de ellos no pueden soportar la violencia y el maltrato que reciben de sus padres. Otros sufren la indiferencia de un padrastro o una madrastra. Buscan entonces irse donde está el papá o la mamá que ha muerto. Muchos niños creen que la muerte es un estado temporal, que ellos pueden morir, ir a ver al papá o a la mamá, y luego volver. Eso los impulsa al acto de suicidio. ¿Y por qué se suicidan los adultos? Porque no pueden soportar la carga de la vida y creen que la muerte es un escape. Cuando el adulto vive demasiado en el pasado, y tiene demasiado temor del futuro, entonces no puede soportar el presente. Y se elimina. Para muchos moralistas y psicólogos el suicidio es un acto de cobardía. Es una huida falsa, al tenerle demasiado miedo a la cantidad de problemas que parecen haberse acumulado. En algunos casos el suicida quiere escapar a una conciencia acusadora, o a la vergüenza, o a una gran desilusión o fracaso. No hay razón que valga para ningún suicidio. Cristo es el Señor viviente, lleno de gracia, de poder, de comprensión y de recursos infinitos. Él está atento a nuestro clamor. Acudamos a Él, antes que sea demasiado tarde.
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