EDITORIAL
Panamá: una ciudad ruidosa
Mientras que en otras ciudades cosmopolitas las autoridades protegen a sus ciudadanos contra el ruido, en Panamá seguimos abusando de la estridencia innecesaria. Es común escuchar las troneras de los buses y el alto volumen con que sintonizan los tocacintas que tienen estos transportes colectivos. Los taxis no se quedan atrás, al igual que algunos almacenes de la Avenida Central, que ponen sus aparatos a un volumen superior a los 85 decibeles. Aquellos elementos bulliciosos no quieren comprender que por el ruido se mide la cultura de un pueblo y tanto en los buses como en el transporte selectivo y de autos particulares se escucha en horas de la madrugada la proyección bullanguera de los choferes que no les importa perturbar el sueño y la tranquilidad de los asociados. Las autoridades han dictado medidas para controlar el ruido, pero con poca o ninguna efectividad. Los conductores de vehículos pasan por los retenes y frente a los radiopatrullas, conscientes de que no les impondrán ninguna sanción, a sabiendas de que están infringiendo la Ley. Incluso, han vuelto a aparecer los voceros de espectáculos públicos y de productos alimenticios que desde carros con altoparlantes promueven la venta de verduras y la asistencia a los coliseos. Hay un mal que las autoridades no se quieren dar por enterados y son las llamadas fiestas caseras conocidas como “Night a Fun”, donde los invitados y el dueño de la casa realizan bailes que duran hasta altas horas de la madrugada, hablando en voz alta y con una bulla que exaspera los sentidos. La música de los componentes distorsiona por lo estridente y nadie sanciona a estos indolentes fiesteros. Otra anomalía es la cantidad de fuegos artificiales que son quemados por cualquier motivo, ya sea por una fiesta patronal o un triunfo deportivo. Lo cierto es que la comunidad panameña no puede vivir en paz ante esta escalada ruidosa que ocasionará que la población en general sufra de una sordera incurable y tenga que acudir al audiólogo, porque ésta es una sociedad enferma.
PUNTO CRITICO |
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