El oficio de guardia de seguridad se ha convertido en uno de los más peligrosos en Panamá. Cuando estos "trabajadores del tolete y la pistola" no son asesinados a mansalva por los maleantes, que se reproducen por la ciudad como mala hierba, entonces acaban envueltos en homicidios o escándalos, acosados por la mala retribución salarial y las jornadas extenuantes de trabajo a que son sometidos muchos de ellos por empresarios con mentalidad esclavista.
Sobran relatos sobre las peripecias y la explotación de que son víctimas estos humildes trabajadores, quienes ante la falta de un empleo tienen que recurrir a un oficio donde el riesgo de morir asesinato es el pan de cada día.
Sé de algunos que tienen que doblar hasta tres truenos en sus puestos de vigilancia para poder conservar la plaza de trabajo, a otros no le pagan completo el salario, y en no pocas ocasiones, se les fabrican causales para despedirlos de sus empleos, pero ante esta dura realidad impera un silencio cómplice.
Uno de ellos me comentaba que la agencia donde laboraba era al mismo tiempo una empresa financiera que le prestaba dinero a sus compañeros de trabajo con intereses garroteros.
Debe ser triste, por no decir otra cosa, tener que trabajar hasta dos días seguidos sin poder ver a sus familiares que permanecen en casa a la espera siempre de una mala noticia bajo constante sobresalto por los crímenes que ocurren a diario.
Pero, ¿quiénes son los propietarios de las agencias de seguridad? Militares retirados, políticos expertos en el tráfico de influencias asesorados por abogados laborales y gente que goza de buen posición económica y disfruta de comodidades. Mientras eso ocurre, el pobre guardia de seguridad vive día a día con su existencia colgando de un hilo.
Un alto porcentaje de estos trabajadores tiene poca escolaridad, por lo que a la hora de reclamar sus derechos son apabullados por la retórica engañosa, las leguleyadas y las influencias de la patronal.