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MENSAJE
Ruleta rusa, atractivo de los turistas
Por el Hermano Pablo
Era su manera de ganarse la vida. Era también un atractivo turístico: mórbido, macabro, enfermizo. Pero los turistas pagan por emociones fuertes, y ya nadie fotografía monumentos y parques. Fue así como Valdece Correa, joven brasileño de diecisiete años de edad de Sao Paulo, Brasil, realizó su acto por centésima vez. Se trataba de la ruleta rusa en un cuarto de hotel barato, repleto de turistas. Cada uno había pagado cincuenta dólares. Pero esta vez le falló a Valdece la suerte. La bala estaba en el cañón. Este no es el primer joven que juega a la ruleta rusa delante de turistas. En Tailandia es algo muy común. El terrible juego se popularizó después de la película «El Francotirador» que ganó cinco premios cinematográficos. El juego es conocido. Consiste en poner una sola bala en el tambor de un revólver, hacer girar el tambor, acercar el arma a la sien, y halar el gatillo. Pueda que no salga la bala, pero el jugador nunca sabe. Hay mucho que en forma diferente, pero con consecuencias siempre desastrosas, juegan a la ruleta rusa. Uno de ellos es la jovencita que, contra todos los consejos de su madre, sale con un muchacho y con otro en un ansia de novedades y de libertades. Ella está jugando a la ruleta rusa, y nunca sabe al salir de casa si volverá a la madrugada con un embarazo indeseado. Otro es el que se inyecta droga por vía intravenosa, con jeringas que usan sus allegados. Este ignora si entre los compañeros de juego hay uno infectado de SIDA, y no puede saber si junto con la droga se está inyectando el virus mortal. ¿Y qué del hombre de familia que corre tras una aventura amorosa porque es atractivo a las mujeres, y tiene dinero y se cree muy macho? Él también juega a la ruleta rusa arriesgándolo todo: prestigio, matrimonio, hogar y alma. A esto la Biblia lo llama pecado, y jugar con el pecado es mil veces peor que jugar a la ruleta rusa. La ruleta rusa no siempre mata, pero el que practica el pecado con seguridad cosechará lo que ha sembrado. O terminará en la ruina física, o en el desastre económico, o en la cárcel, o en un manicomio, o en estado depravado. La mala conducta no trae buenas consecuencias. El pecado siempre paga mal. En cambio, la entrega total a Jesucristo libra al hombre de todos los riesgos del pecado. Todo el que sirve al Señor experimenta justicia, honradez, armonía, paz y felicidad. Esa es la paga que nos ofrece Dios.
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