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CUARTILLAS
Hechos
 
Milciades A. Ortiz Jr.
Colaborador
La moderna sucursal de un banco privado en vía Argentina estaba ese viernes primero de julio con sólo dos cajeras... y unas treinta personas en fila. Un excompañero de estudios se acerca y me dice: "Ven a la fila de los jubilados, que está casi vacía". Le informo que todavía me faltan unos años para jubilarme, aunque "lo parezco porque no me tiño las canas". El amigo (político que lo he visto varias veces en TV) hace rápidamente su diligencia en la fila de los jubilados, y luego se acerca. En voz baja me dice: "yo tampoco estoy jubilado, pero me hago pasar por ellos porque estoy apurado y no quiero hacer fila". Entonces un sabor amargo llega a mi boca y por un instante pienso: "eres un tonto, con falta de iniciativa y coraje para salir rápido de esta espera". Sin embargo, la razón anula ese pensamiento de "juega vivo" y me señala: "lo que hizo el conocido es malo, es un engaño, no es ético". Respiro aliviado al pensar también que como periodista debo dar el ejemplo de rectitud, honestidad y ética. El político parece que no tiene estas obligaciones. Media hora después salgo del poco rápido banco, con un dolor en la piena por la larga espera, pero seguro que hice lo correcto. Me acerco a una joven para denunciar que hay pocos cajeros a pesar de ser fin de mes. Con cara de que "a mí qué me importa", replica: "allí hay un buzón de sugerencias y llene un papel con su queja". Le digo en alta voz que "por lo visto Uds. están tan burocratizados como el gobierno", y me voy sin ganas de volver a ese banco ineficiente. Otra decepción en esta vida cotidiana había sufrido una semana antes, en un viaje de dos días al Valle de Antón. Debo reconocer que la carretera y calles del lugar están en muy buen estado, sin ningún hueco. Me llamó la atención la existencia de nuevos restaurantes y hoteles, señal de progreso. Pero en el hotel que escogí, que pomposamente se anuncia en TV, las habitaciones siguen sin tener colgador de toallas. "Póngalas en la cerradura de la puerta o sobre el excusado", dijo una empleada mecánicamente. Hace dos años estuve en el mismo sitio y hablé con el gerente para señalarle ese detalle incómodo. Por lo visto le entró por un oído y le salió por el otro. En algunas habitaciones no había jabón, ni la cantidad de sillas, ni jarra con agua, espejos... "...Y así quieren promover el turismo", me dije con amargura. Pero, para cobrar más que un buen hotel de la capital, allí sí estan prestos y activos. Por lo visto necesitan un buen curso de atención turística. Hablando sobre la situación económica de El Valle de Antón con la empresaria Iris Cano, me dijo que había disminuido el turismo. Especialmente el extranjero (norteamericano). "Pero se sigue viviendo con la gente de aquí y los turistas panameños", dijo con cierto optimismo. Ese domingo pude ver el mercado de artesanías con una concurrencia limitada, y otros vendedores de artesanías me hablaron mal de los negocios. (Espero que el uso del Fondo Fiduciario alivie esta situación en ese magnífico sitio turístico que es El Valle de Antón). Antes que se me olvide, debo resaltar la labor del alcalde Navarro en su empeño por limpiar esta cochina ciudad, y acabar con los "piedreros". También por sus deseos de sanear la Bahía, aunque creo que esto se puede hacer con muchos menos millones de los que sugieren algunas estudios. Cuando se trabaja, señor Alcalde, se nota. (Menos política y más trabajo, debe ser el lema de muchos funcionarios en estos momentos).
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