Lucas 12, 13-21
Nuestro paso por la tierra es un tiempo para merecer; el mismo Señor nos lo ha dado. El Señor vendrá a llamarnos, a pedirnos cuenta de los bienes que nos dejó en depósito para que los administrásemos bien: la inteligencia, la salud, los bienes materiales, la capacidad de amistad, la capacidad de hacer felices a quienes nos rodean… El Señor llegará una sola vez, quizá cuando menos lo esperábamos, como el ladrón en la noche, como relámpago en el cielo, y nos ha de encontrar bien dispuestos. Aferrarse a lo de aquà abajo, olvidar que nuestro fin es el Cielo, nos llevarÃa a desenfocar nuestra vida, a vivir en la más completa necedad. Necio es la palabra que dirige Dios a este hombre que habÃa vivido sólo para lo material.
Nuestra vida es corta y bien limitada en el tiempo: esta misma noche han de exigirte la entrega de tu alma. Asà es de escaso el tiempo: esta misma noche, y quizás nosotros pensamos en muchÃsimos años, como si nuestro paso por la tierra hubiera de durar siempre. Nuestros dÃas están numerados y contados; estamos en las manos de Dios. Dentro de un tiempo -quizá no largo- nos encontraremos cara a cara con Él.
La meditación de nuestro final terreno nos ayuda a santificar el trabajo, recuperando el tiempo perdido y nos facilita el aprovechar todas las circunstancias de esta vida para merecer y reparar por los pecados, y para un desprendimiento efectivo de lo que tenemos y usamos. Un dÃa cualquiera será nuestro último dÃa.
Fuente: Hablar con Dios - Cuarta Edición - Tomo IV págs. 388-389 - Francisco Fernández Carvajal