Señores amigos: ¡Cuán justos son los caminos de Dios, cuando se desea lograr algo saludable! Cuando las horas lentas del padecer de mi querido hermano transitaban sin piedad, y apenas había un rayo de esperanza para lograr su recuperación, acudí a Ti y mi plegaria obtuvo la respuesta; plegaria esta: "Señor Dios, es preciso que veas esto y le des solución".
Una tarde, de esas tantas, sentada en el balcón vi llegar un auto, bajaron sus ocupantes, sonaron el timbre, subieron, abrí la puerta del aposento, y cuál no fue mi sorpresa. Somos las Hermanas de la Caridad y venimos a visitar al enfermo.
Ellas al recibir la noticia del deceso de mi hermano, me dijeron: La Virgen de Guadalupe, nuestra augusta patrona, la bendice y ruega por el alma del difunto. Que recuerde: Dios lo dio y Dios lo quitó.
Las Damas Guadalupanas, discípulas de Las Hermanas de la Caridad, integraron con éstas la carismática asociación La Pastoral de la Salud. Laicos profundamente consagrados a la misión de servir a Dios, a cambio de nada; son visitantes espirituales entregados piadosamente a su tarea de inspirar confianza, resignación y fe en Dios; son ellas también mensajeras sabias, cultas y prudentes de la Virgen de Guadalupe. Ellas todas sin distingo de raza, clase y religión son heroínas del sacrificio y prodigio perenne de la caridad.
Señores, estas dos agrupaciones cristianas merecen ser honradas en el futuro como se merecen, y alabando a Dios diremos: ¡Gloria en las alturas!, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! ¿Y qué idea debemos hacernos en tal caso de la fidelidad de tres pilares fuertes de la eucaristía guadalupana? Estos hermanos religiosos Reverendo Barrera, Bedoya y Arcia quienes con expresivas exposiciones han demostrado un avance en la comunicación del Evangelio, una comprensión más clara y efectiva de su contenido, que los cristianos asimilan gustosamente, y salen alegres cuando entran tristes y apesadumbrados. Su voz nos dice: Ama a tu semejante como a ti mismo; sacrifícate para salvarte... Este es el decálogo que no les hace olvidar el cálculo. Me he echado un compromiso con Dios y con mis creyentes.