Desde la invasión para acá, la indisciplina, el desorden y lo banal, han crecido en términos babilónicos en nuestro Istmo, solamente superados por el indescriptible apogeo de la demagogia y la mentira. Peligrosamente se percibe que en este bello país secular, la criminalidad ha metido sus raíces cancerosas en sectores muy sensitivos de nuestra patria, incluyendo el comercio, la educación, el deporte y la política, mientras que a nuestra pobretona justicia, ciega, lenta y paticoja, le cuesta impedir que la criminalidad se tome poco a poco el poder, cosa peor que cualquier otra dictadura.
Necesitamos un ejército formal, como en cualquier otro país civilizado, no otra dictadura. Admiro y agradezco a todos los que hicieron el esfuerzo por derrocar a los militares y a sus secuaces. En esos tiempos de la década que terminó en 1989, la vida y los derechos humanos pendían de un hilo, pero no tanto como ahora.
Para educarnos bien, necesitamos vivir en democracia y urgen condiciones de respeto, con una Constitución política que obligue a los partidos a decir antes de las elecciones, qué obras tangibles e intangibles van a realizar, mencionando: Respaldo financiero, costos y tiempos de entrega. Si en 90 días no se demuestran progresos del Poder Ejecutivo, que la coalición que quedó segunda asuma el mando junto con los poderes establecidos.
He revisado cuartillas, escritos y periódicos desde los tiempos del Camino de Cruces, hasta la fecha y en términos relativos, no ha existido tanto caos e inseguridad en Panamá ni siquiera cuando invadió Morgan con sus 10, 000 hombres, pues semanas antes, la seguridad indígena había realizado un trabajo impresionante de espionaje, para que monjas y tesoros partieran apaciblemente a toda vela hacia el Perú. En el Panamá de hoy, pareciera que se ha perdido el respeto a las autoridades, especialmente a los policías y a los ancianos, estamos pareciéndonos al pueblo más corrupto e indisciplinado de Italia, que llueva o no, la culpa es del "porco governo."