Al leer los estatutos de algunos de nuestros flamantes partidos políticos, encontramos conceptualizaciones y autodefiniciones idealistas, tales como esta: "el partido X es una agrupación política de ciudadanos panameños que luchan por el derecho de los hombres y mujeres a ser libres".
Uno de estos partidos, en su declaración de principios, define que sus acciones irán siempre encaminadas a la "consecución, defensa y protección del bien común de todos los panameños", y otro colectivo señala en el artículo primero de sus estatutos que está integrado por "ciudadanos panameños con vocación política, con el único y auténtico propósito de servir y sacrificarse por el bienestar de la población istmeña, y de la nación".
La pregunta que surge de todo esto es: ¿Los miembros de los partidos políticos que se pelean el poder, habrán leido tan siquiera una sola vez lo que plantean sus estatutos? Porque lo que en ellos está escrito, no tiene nada que ver con el comportamiento de los políticos, sobre todo cuando se encuentran en el poder.
Y es que esta palabra se resume todo el actuar de los políticos, y todas sus motivaciones: PODER. El poder que involucra la inmunidad parlamentaria, la compra de automóviles sin pagar impuestos de introducción al país, la capacidad de favorecer en licitaciones a empresas de amigos (o la propia), la posibilidad de pasar por encima de la ley, y de colocar a queridas y pacieros en puestos "botellas", entre otras bellezas.
Ese cuento que nos están echando en los comerciales de candidaturas, preñados de promesas vacías y palabrería, ya nadie se lo come. Una de dos: o comienzan a actuar como sus estatutos plantean, o mejor reescríbanlos con lo siguiente: "el partido X es una agrupación de oportunistas en una incansable lucha por llegar al poder".
