TEMAS DE ACTUALIDAD
Los Compadres (II)

Santos Herrera
Colaborador
Este viejo relato, que hace mucho tiempo me contó el monagrillero Olegario Corro, cae como anillo al dedo, en estos precisos momentos en que al pueblo le están cargando todos los problemas habidos y por haber. El desgobierno reinante, la incapacidad administrativa, los intereses de una minoría que sólo piensa en su beneficio personal, el nepotismo creciente, el aumento de las botellas, los asaltos descarados a las arcas nacionales, el aumento de la burocracia con personas mediocres e incapaces, la delincuencia en la realización de justicia, son angustias diarias que se van echando a las espaldas del pueblo, por lo que está al reventar, pues la pesada carga cada vez se hace más insostenible. En realidad, se ha constituido una tradición en este país, que el pueblo panameño tenga que carga con todos los cambios, aumentos y alteraciones que sufra la economía nacional e internacional. Que tenga que pagar los errores de los planificadores y programadores del presupuesto. Que tenga que asumir el costo de una política económica sometida incondicionalmente a los intereses de los acreedores financieros internacionales y todavía peor, que tenga que pagar los despilfarros y los malos manejos de los fondos públicos por parte de los que administran el gobierno. Si aumenta el precio del barril del petróleo en el mercado internacional, esa diferencia tiene que pagarla el pueblo. Si los ganaderos exigen aumento en el precio de la carne, es el pueblo quien tiene que pagar los nuevos precios. Si no llueve y a la hidroeléctricas del IRHE les baja el nivel de agua, entonces vienen los recibos abultados, tocándole al pueblo pagar los trastornos de la sequía. Si aumenta la burocracia en el IDAAN o el valor del clórox, todo eso tiene que pagarlo el pueblo, al imponerle tarifas injustas ya que resultan extremadamente altas. El elevado aumento de la luz y el teléfono debido a las bendidas privatizaciones, se lo cargan a los usuarios. Si hay una inundación, exceso de lluvias o alguna plaga en cualquiera parte de la República, es el pueblo quien debe pagar los elevados precios del tomate, la cebolla, el ají, la zanahoria, el repollo, el plátano, el guineo, el arroz, la sal, el maíz, etc. Si algún comerciante inescrupuloso acapara determinado producto, es el pueblo quien debe pagar ese proceder ilícito. En síntesis, el pueblo está cargando con todos los aumentos que diariamente se dan, y eso no debe ser, y menos cuando su poder adquisitivo se mantiene estático desde hace muchos años. Es tanto el peso que lleva sobre sus hombros, que no es de extrañar que un día prefiera como el compadre del cuento, que le maten de un tiro, antes de que lo vayan a matar aplastado por tanta carga.
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