CRIMENES FAMOSOS
Más
allá de la razón

Redacción
Crítica
en Línea
Morris
Brewer ama a Carmen Walters pero sus estrictas creencias religiosas
los estaban separando.
En octubre de 1949, el rubio y bien parecido Morris Brewer
de 23 años, conoció a la bonita Carmen Walters,
de 19, en el Burnley Primary Agricultural College en Australia.
Desde el momento en que se vieron se enamoraron uno del otro.
Durante un año la pareja fue inseparable y planeaban
casarse. Parecía que nada obstaculizaba el camino de su
felicidad futura.
Había un obstáculo menor que tenía que
ser enfrentado y superado. Morris y sus padres eran miembros
de una secta conocida como los Plymouth Brethren. Para aquellos
que no estén familiarizados con los Brethren, son una
secta de fanáticos cuyos miembros creen en el sacrificio
personal como uno de los principios más importantes de
su fe.
El juego está prohibido, así como el alcohol
y el tabaco. A sus miembros se les prohibe concurrir a producciones
en escenarios, el teatro y los bailes. Los alientan para que
socialicen con miembros de la secta, antes que con extraños,
quienes podrían guiarlos a pensamientos pecaminosos y,
el Cielo no lo permita, acciones pecaminosas. Hacer trampas y
mentir eran estrictamente tabú.
AHORA PASEMOS A LOS PADRES DE CARMEN
El Sr. Walters era un antiguo líder de escuadrón
en la Real Fuerza Aérea australiana. Una herida de guerra
lo había dejado completamente ciego. En cuanto a religión,
no era particularmente observante. Estaba preocupado de que su
hija fuera a casarse con una forma de vida tan estricta.
Se acercó a los futuros suegros de Carmen y hablaron
sobre algunas de sus creencias. El Sr. Walters sentía
que ya que su hija amaba el teatro era poco razonable que se
le prohibiera concurrir. Los Brewer cedieron, acordando que la
regla del teatro no se aplicaría.
Así alentado, el Sr. Walters sugirió que el
asunto de los hijos debía ser demorada unos años
hasta que la joven pareja se hubiera establecido. Una vez más
los Brewer cedieron, aunque no tengo idea de cómo los
padres esperaban controlar esta última condición.
A cambio de estas concesiones, el Sr. Brewer pidió
que la boda fuera realizada por uno de los ancianos de los Plymouth
Brethren. El Sr. Walters estuvo de acuerdo. El hecho es que los
Brewer y los Walters se llevaron perfectamente bien.
Con todos los arreglos concluidos entre las dos familias,
concentrémonos en los personajes principales de nuestro
fatídico escenario, Morris y Carmen. El primer indicio
de que todo no era color de rosa ocurrió cuando Carmen
sugirió una gira a pie por las montañas como luna
de miel.
Morris, que prefería alabar al Señor desde una
posición estacionaria, detestaba la idea de comulgar con
la naturaleza.
Este desacuerdo menor fue eclipsado por un asunto mucho más
polémico. Morris se enteró que Carmen había
visitado la ciudad de Darwin antes que él la hubiera conocido.
En una ocasión cuando la verdad salió a la luz,
ella le dijo que había estado lejos por seis semanas.
En otra, le dijo que se había ido por seis meses. Morris
encontró estas declaraciones de la mayor importancia.
Una de ellas era una mentira. Para su forma de pensar, una mentira
era como si el mismo Satán se hubiera posesionado de su
prometida.
Morris no sabía qué hacer, a dónde ir.
Sabía muy bien que si consultaba a sus padres sería
equivalente a cancelar la boda. En su lugar fue a ver al padre
de Carmen.
La reunión probó ser un golpe para Morris. El
Sr. Walters, sin soñar en el efecto que sus declaraciones
tendría en su futuro yerno, le contó a Morris que
Carmen a menudo decía pequeñas mentiras sin importancia
a la familia. En realidad, él no veía mucho mal
en ello. ¿No decía todo el mundo una mentira de
vez en cuando?
Morris quedo impactado y atónito. Su amada era una
pecadora de primer orden. Había más. El Sr. Walters
en su inocencia mencionó que Carmen había estado
una vez fuera de casa toda la noche sin informarle y nunca les
había dicho a dónde había ido. ¡La
prostituta, la ramera! ¡Peor todavía, la mentirosa!
Eso era serio. Morris enfrentó a Carmen. Molesta de
ser interrogada sobre sus actividades antes de haber conocido
a Morris, Carmen dijo algo que mejor no hubiera dicho. Espetó
que no sólo había pasado fuera una noche, sino
que había dormido con un hombre. Traducido, ¡no
era virgen!. Morris quedó boquiabierto. La sangre se le
subió a la cabeza. Apenas podía formar las palabras,
la boda estaba cancelada.
Morris se contuvo lo suficiente para informar a ambos padres
de este desagradable suceso. Un verdadero caballero, Morris dio
como razón para cancelar la boda al hecho que había
descubierto que su antigua amada era una mentirosa.
En los días subsiguientes, a pesar de su entorno estrictamente
religioso, Morris descubrió que ansiaba la compañía
de Carmen. No podía concentrarse. Dejó de comer
y se volvió tan letárgico que su médico
lo internó en un hospital por unos días.
Después de ser dado de alta, visitó a Carmen.
El todavía la amaba. Para aumentar aún más
su desazón, descubrió que ella también lo
amaba. Pobre Morris, estaba entre la espada y la pared. Sus creencias
religiosas y convicciones morales le decían que no viera
a Carmen nunca más. Sin embargo, la amaba y no podía
resistir su atracción.
La pareja se reunió para cenar. Todo fue bien. Empezaron
a salir juntos de nuevo. Siempre la conversación se centraba
sobre su problema, en particular la incapacidad de Morris de
aceptar a Carmen con lo que él percibía eran sus
muchos defectos.
Por su parte Carmen culpaba a la crianza que él había
recibido por todos sus problemas.
Mientras caminaban a lo largo de la calle cerca de la casa
de Carmen, él la reconvino por criticar a sus padres durante
el curso de la noche. Carmen respondió, "He causado
a mis padres muchos problemas en el pasado, y pienso que tú
harás lo mismo". En la superficie, no parecía
ser una declaración maldita, pero para Morris que consideraba
a su madre como la figura de Dios sobre la Tierra, era lo mismo
que si le dijeran que ofendería a Dios.
Morris agarró a Carmen por la garganta y apretó
hasta que murió. Huyó e intentó cortarse
las muñecas con una navaja. Fue llevado rápidamente
al hospital, donde pronto se recuperó.
El juicio por asesinato de Morris se convirtió en un
estudio de su estado mental en el momento de cometer el crimen.
La fiscalía arguía que Morris sabía muy
bien lo que estaba haciendo cuando le quitó la vida a
Carmen Walters y sabía muy bien que estaba mal hecho.
Afirmaban que era un simple caso de que Morris había llegado
a la conclusión de que no podría tener a Carmen
y la mató para que ningún otro hombre pudiera hacerla
suya.
La defensa señaló que Morris, en cierta forma,
amaba a su madre y estaba bajo una tensión tremenda causada
por amar a otra mujer. Cuando Carmen sugirió que Morris
dañaría a su madre, perdió el control de
sus sentidos. Interpretó su declaración con el
significado de que él voluntariamente ofendería
a Dios.
Aparentemente, el jurado australiano creyó en la teoría
de la defensa. Morris Brewer fue encontrado inocente por razones
de demencia.
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