EDITORIAL
Drama infantil en Arraiján
Las carencias materiales
profundas que afectan a innumerables hogares panameños provoca eventos
de dolorosas consecuencias; dramas de gran injusticia social, como el ocurrido
en un empobrecido asentamiento provisional en Arraiján, donde cuatro
niños sufrieron quemaduras de cuarto grado que los mantienen al borde
de la muerte.
La pobreza del hogar; la depauperación en que se debate la humilde
madre soltera hizo que dejara sin vigilancia a los pequeños, cuando
encaminó a la escuela al hijo que asiste a kinder, produciéndose
el incendio, cuyas causas no se precisan oficialmente; presumiblemente originado
por jugar con fósforos y alcohol, como señala un alto funcionario
de Protección Civil.
El drama familiar se agrava cuando un jurista dedicado al derecho de
familia voces que la madre puede ser castigada con un año de prisión,
en virtud de determinada norma vigente; aberración que causa prepulsas
y rechazo en el seno popular.
La ausencia de mecanismos sociales de solidaridad y protección
familiar que permitan asistir casos familiares, como el descrito, muestra
la fragilidad de las proclamas y el engaño de normativas líricas,
divorciadas de la realidad de profundo deterioro que soporta Panamá,
donde más de la mitad de los niños nacen de padres sin vínculos
legales establecidos; donde más del veintidos por ciento de estos,
carecen de padre conocido, y son hijos de madres solteras, menores de edad;
sin recursos ni trabajo.
La magnitud de la tragedia de Arraiján concita la necesidad de
ayudas, de apoyos financieros y materiales, que permitan trasladar los niños
quemados a Galveston, Texas, donde existe un hospital con especialización
en estos casos.
El aporte presidencial permitirá arrendar el avión-ambulancia
para realizar el traslado; contribución plausible que merece adicionales
aportes, de otras entidades y organizaciones con afanes sociales y humanitarios.
La condición médica de los menores es de reserva; los criterios
adelantados por los médicos panameños muestran la gravedad
de las lesiones que pudieran llevar a la amputación de extremidades
en algunos de ellos; sin embargo, los esfuerzos son constantes dirigidos
a estabilizar la condición de salud de los afectados.
La tragedia de Arraiján debe servir de advertencia para que los
funcionarios municipales y nacionales, sitos en esa localidad, adelanten
programas de protección infantil, con jardines de infancia y madres
ayudantes, con los cuales facilitar a las madres trabajadoras las atenciones
a sus menores durante los tiempos de ausencia en labores.
Las previsiones presupuestarias de los organismos de protección
civil deben contener asignaciones suficientes para enfrentar urgencias como
la ocurrida en este evento, que impone trasladar a los lesionados; situación
solventada hoy por la acción de la Primera Dama de la República.
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