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  SUCESOS

TESTIMONIO UNA LUZ DE ESPERANZA ENTRE TANTA MISERIA
Dando tumbos por la vida

Rubén | Casa Hogar el Buen Samaritano

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Gracias al amor y a la misericordia de Dios, hoy, a mis 39 años, aún sigo viviendo.

A los 13 años me inicié en la droga por invitación de otros jóvenes mayores que yo. El humo me hizo sentir mal y asustado, me fue a mi casa. Es como dice la Biblia: “El que teme a Yavé, toma el recto camino, el que lo desprecia se aleja de él”, Proverbios 14, 2

Con dos operaciones en ambos costados, mi madre sufría y lloraba luchando con el cáncer. Esta situación me deprimía, alejándome de allí.

Mi madre se había separado de mi padre por su infidelidad y malos tratos. Teníamos una hermana de escasos 3 años y mi hermano mayor estudiaba de noche y trabajaba de día. Yo terminaba la primaria y entraba a primer año. ¡Qué pobreza y desolación! La situación económica me llevó a usar el mismo pantalón y zapatos de la primaria y sólo llevaba plata para el pasaje. Esto me llevaba a hacer comparaciones entre mi situación y la de mis demás compañeros.

Un día llegando de la escuela, escuché a mi madre llorar desesperadamente en su lecho de enferma; muy desconsolado, salí corriendo a la calle. Dos vecinos conversaban animadamente de un hurto en el cual les había ido muy bien. Impulsado por la desesperación de mi situación económica y la enfermedad de mi madre, les pedí que me enseñaran a robar para poder ayudar a mi familia. Ellos me contestaron: "Mañana temprano, a las 8: 00 a.m., vienes aquí mismo que salimos para vía España".

Y es así que empecé a descarriarme. Todo lo veía fácil y en esos malos caminos consumía droga de toda clase. Como es de esperar, perdí el año escolar.

En ese estado de delincuencia caí en el tutelar de menores, salí de allí y continué en mi vida de vicios y delitos. Era conocido en el barrio como “Rubén Caliente” porque era muy travieso y astuto. Caí muchas veces en el tutelar de menores siendo un caso especial para esta institución.

Estando preso en ella, un 12 de abril de 1985, me llamó la psicóloga y me dijo: "Joven Rubén, tengo que decirle algo y tómelo con calma. Su madre falleció ayer". Quedé petrificado por la noticia y empecé a llorar.

La licenciada agregó: "¿Qué tiempo tiene de estar en el Centro?

YO LE CONTESTE: "VOY PARA 4 MESES".
Ella me dijo: "Vamos a llamar a su hermano para que venga a buscarlo. Le vamos a dar libertad".

Llorando le dije: "Primero se fue mi papá de la casa y ahora se muere mi mamá".

Como mi hermano trabaja en Colón, una tía se hizo cargo de mi hermanita. Yo era la oveja negra, nadie quería hacerse cargo de mí. Quedé sólo, dos vecinas me daban de comer. Andaba como cuerpo sin alma y mis amigos eran jóvenes delincuentes. Caí nuevamente al tutelar, de allí me enviaron a la escuela de Chapala y de allí me fugué.

Volví a mi lugar de fechorías. Como vivía solo hacía lo que me daba la gana. Cada día me hundía más; flaco por el vicio, no dormía. Estuve hospitalizado por un balazo y al recuperarme, me dije: "Voy a buscar trabajo y a cambiar de vida".

Por iniciativa de un amigo que estudiaba medicina me hice unas pruebas de laboratorio debido a un ganglio inflamado. Salí positivo en la prueba del virus (VIH

SIDA). Empezó a explicarme la enfermedad. Desconcertado le contesté: "Bueno, de algo hay que morir" y aparentemente no le di importancia.

Después de cierto tiempo, tuve 3 recaídas por efecto de esta enfermedad. Hospitalizado me dio fiebre, varicela, dolores de cabeza, vómitos y diarrea constante.

Hermanos, cuiden su vida que es el regalo más bello que nos ha dado Dios. Apártense del licor, el cigarrillo y las demás drogas. No Viva, Crítica en Línean el sexo desenfrenadamente, sean fieles a su pareja.

En otras de mis recaída, la fiebre se me subió a 42 grados, convulsioné, veía monstruos y dinosaurios, los escalofríos me hacían temblar. Andaba con pamper por la constante diarrea. La debilidad no me permitía caminar. Llorando como un niño aclamé a Dios desde el fondo de mi corazón. Leí la Biblia en Jeremías 33, 3 “Clama a Mí y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultar que tú no conoces”. Cada vez que leía este versículo, una sensación agradable recorría todo mi cuerpo y no cesaba de aclamar: “Dios mío, no me abandones, levántame de esta cama". Dios empezó a recuperarme de esta recaída. El salmo 23, también me fortalecía.

Recuperado empecé a buscar trabajo de seguridad, lo conseguí y trabajé por muchos años. Quedé vacante y en la calle puesto que mi papá nos quitó la casa que nos había dejado mi madre. Volví a quedar preso.

Ya libre, conseguí trabajo de centinela en la empresa donde trabajaba mi padre. Parecía que había cambiado, po que me ayudaba cuando estaba enfermo con las medicinas. El dinero que ganaba me lo gastaba en diversiones y vicios. Un día le pedí que me prestara B/.20.00 ya que él había cobrado que yo se lo pagaría el sábado que cobraba. Como no me lo quería prestar, enojado le dije: "El sábado que yo cobre, lo que el diablo quiera, será".

Bueno, parece que el maligno me escuchó. Llegó el día sábado, cobré y como de costumbre, me lo gasté en parranda. Sumamente ebrio, llegué en taxi a la puerta de la empresa. Comencé a llamar a mi padre, le dije improperios, él me contestó molesto. Traté de agarrarlo por el suéter, él me empujó, viendo que me iba a caer, me agarré de él y nos caímos los dos. El se levantó y yo quedé de rodillas a 10 pasos de distancia de él. Como él tenía la escopeta calibre 12 con la que trabajaba, le dije: "Me vas a matar, pues mátame".

De repente sentí un dolor fuete en el lado derecho del estómago. De allí me salía sangre y con ella, los intestinos los cuales agarré con mis manos. Luego me desmayé.

Desperté en el hospital con oxígeno, venoclisis, una sonda, un pedazo de intestino grueso fuera con una bolsa para excretar (colostomía). Debido al orificio grande por donde entró el plomo, el cirujano me iba a hacer un implante de piel, pero gracias a que estaba evolucionando bien, no me lo han hecho. Los perdigones afectaron los músculos de la pierna derecha, por lo cual no podía caminar bien.

Hoy puedo contarlo, el mal se apoderó de ambos, pero primero empezó en mí pues yo provoqué esta situación. El resultado lo estoy viviendo ahora.

Joven, la vida es bonita ¡cuídala!. Acércate a Dios que El en su infinita misericordia, no te abandonará.

Gracias a mi hermano y a mi hermana entré a formar parte como residente de la Casa Hogar El Buen Samaritano, ubicada en Juan Díaz. Allí encontré a unos ángeles de Dios: al padre Domingo Escobar, creador de esta obra, a Jaime el administrador, a Itzel que nos atiende en nuestra enfermedad (SIDA), a Iván que nos estimula a comer y tomarnos las medicinas, la cocinera la señora Fermina que se esmera para atendernos en la cocina.

Aquí me encuentro por obra de Dios, el cual me ha dado otra oportunidad. Recuperándome de este tremendo plomazo y luchando contra el virus del SIDA. En este hogar de amor llevo más de un mes y por milagro de Dios, no me he fumado un cigarrillo y aún no me ha entrado la desesperación por la droga, aunque usted no lo crea. Mi arma es la oración, ayudar a otros hermanos enfermos residentes aquí, y la lectura diaria de la Palabra.

Exhorto al que pueda dar algún aporte a esta institución, que lo haga. Dios y personas como yo te estaremos eternamente agradecidos. ¡Qué Dios los bendiga a todos!



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