CUARTILLAS
Dolencias

Milciades
A. Ortiz Jr.
Colaborador
Basta que Ud. esté
sufriendo una dolencia y lo converse a amigos y conocidos, para
que descubra que Panamá está lleno de "médicos"
sin diploma y gente que tiene experiencias en su mal.
Desde hace días estoy sufriendo de digestiones lentas,
que ponen mi estómago "como un tambor" de lo
duro. Al principio tomé varias pastillas que me aconsejaron
farmaceutas amigos... y nada.
Luego comencé a hablar de la situación a gente
que encontraba en mi camino y llovieron los diagnósticos.
Lo malo fue que también hablaron de experiencias negativas
de parientes y conocidos, que casi me causan una depresión
o un infarto por miedo.
Debo advertir que todo lo que me aconsejaron y dijeron lo
hicieron de buena fe, cosa que agradezco.
Por ejemplo, apenas Ud. habla de algo que está sufriendo,
surgen los consejos de personas que son "médicos
frustrados". "Yo una vez sufrí de lo mismo,
y me lo quité con unos tés de hojas tiernas de
papaya", sostiene una colega con la mejor disposición
de ayudar.
Busco las benditas hojas y hago el té, que es más
amargo que la desesperación de un desempleado buscando
trabajo... Y ¡nada! La barriga sigue igual de llena apenas
como.
Otros me recetan ruibarbo y soda, ejercicios, comer frutas
solamente y hasta uno se atrevió a hablarme de la meditación
trascendental. Hago lo que puedo porque los "medicamentos"
son variados... ¡y nada! La situación sigue igual,
para mi preocupación.
Entonces viene otro nivel de charlas sobre mi mal: ¡los
ejemplos terroríficos!
"Un pariente mío tenía algo igual y ningún
médico lo pudo curar, a pesar de las radiografías
que le hicieron. Al final se murió de cáncer en
el estómago", dice una persona con la mejor buena
fe, sin comprender que sus palabras me llenan de terror...
(Ya me veo tendido en un ataúd, con una larga fila
de acreedores molestos porque no les cancelé las deudas
a tiempo).
En esto de hablar cosas que no ayudan en nada a mejorar el
ánimo de un enfermo, el panameño parece ser experto.
Nada más escuché a la gente alrededor de la cama
de un enfermo en el hospital. Notará que algún
despistado relata casos de conocidos que murieron de ese mismo
mal.
El pobre enfermo si escucha la charla entrará en depresión
profunda, ya que nadie quiere irse para "el más allá"
antes de tiempo. Las lenguas imprudentes son muy comunes en los
cuartos de enfermos panameños.
Bueno, luego de semanas de no poder curarme decidí
ir al médico. Aquí comienza otro calvario. Primero
le preguntan hasta si tiene parientes marcianos, que tuvieron
algo parecido. (Ahora la tendencia de las enfermedades es que
se heredan por los genes de sus antepasados).
Después el médico comienza con la batería
de radiografías. Cuando el doctor ve los negativos con
tus huesos en la pantalla iluminada, no le extrañe que
algo decepcionado, diga: "no hay cáncer". Esto,
en lugar de alegrarte, te bajará el ánimo, ya que
piensas que el médico lo primero que creyó fue
que sufrías del terrible mal.
Seguido a las radiografías van las medicinas "que
no hay en el Seguro Social". Los billetes siguen saliendo
de tu cartera... y la barriga continúa dura, luego de
las comidas.
Cuando el médico ha examinado la radiografía
número seis, dice muy ufano: "Ahora sí podemos
comenzar a buscar la causa real de su mal". (Al oír
esto me dan ganas de estrangularlo por todo lo que me ha hecho
sufrir y gastar semanas atrás).
Y viene otro calvario de medicinas que poco a poco "alivian"
el mal, pero no lo curan.
Al final de la odisea, el Cholito Mesero de Santa Ana me recomendó
"¿Por qué no le prende velas al Dr. José
Gregorio Hernández?"
(Voy corriendo a buscar las velas, por "si las moscas").
|