TEMAS DE ACTUALIDAD
Tercer Domingo de Junio Día del Padre

Elvia Zentner de Ducreaux
Colaboradora
Quiero anticiparme a la fecha dedicada a los padres con un mensaje, tal vez no muy florido y poético. Sé que para ese día verán la luz sentidas y sutiles palabras, pletóricas de emociones profundas y de lágrimas largo tiempo contenidas. No es mi interés profanar los santuarios en que los poetas, embebidos por la inspiración, beben del cáliz sideral que los transporta a las regiones vedadas a los profanos. No es esa mi intención. Tan sólo quiero, desde las honduras de mi prosaica sensibilidad, contribuir con un acto de reconocimiento a la figura que, en muchas ocasiones, no comprendemos y que, sin embargo, pertenece al universo de nuestras emociones más recónditas. El Día del Padre, no debe circunscribirse a ese tercer domingo de junio, en medio de la vorágine de un año que alcanza la mitad de su recorrido y que se desprende de las demás jornadas clásicas de nuestro calendario conmemorativo. Sin embargo, es preciso reconocerlo, el matiz de conmemoración con carácter secundario que muchas veces se le otorga, tiene su origen en la erosión que sufren los valores familiares, en la disidencia entre los actos y el sentido propio de la vida, en que la figura paterna, desafortunadamente, no juega uno de los papeles mejor librados. Empero, cualquiera que sea la causa que provoque esta tendencia al distanciamiento de los conceptos de unidad familiar, no deja de ser esta una preciosa oportunidad para reflexionar sobre el significado de este día. El homenaje que rindamos a nuestros padres, debe estar lleno de respeto, de comprensión, de solidaridad y empatía: no debemos aportar menos, aunque hayamos tenido como progenitor a una criatura evanescente, sometida por los defectos y los avatares de la existencia. Porque no es un regalo costoso, no es el resplandor del propel ni el espejismo consumista el que ha de consagrar nuestros sentimientos; no son las comilonas abundantes ni el despilfarro de energías en medio de los vapores dulzones del vino, porque tal vez, en esta escenario sea donde menos se encuentra la verdad del sentimiento. Sintámonos colmados de dicha, si en este día, todavía está entre nosotros ese rostro cincelado por el tiempo, esas manos temblorosas e inseguras que alguna vez nos guiaron; demos gracias si aún el "viejo" puede alentarnos con su consejo oportuno, con su palabra de consuelo y de ánimo. Es imperante reflexionar cuál es el papel desempeñado como padres. ¿Hasta se ha podido preservar el decoro en nuestra conducta? ¿Cuánto se comprende a los hijos y las esposas? ¿Se concede ese espacio, esa libertad que cada ser humano debe poseer, como íntimo tesoro y génesis de todo desarrollo? ¿Hasta dónde se han podido enarbolar los principios y resistir las tentaciones, enfrentando las situaciones escabrosas con dignidad y respeto? ¿Se ha evocado el amor que inspira la familia como alimento para el espíritu? Padres de Panamá, todos, los que vieron sus primeras luces en este pequeño país y los que el azar o la necesidad, encaminaron sus pasos hacia nuestro Istmo, dediquen tiempo, el que permitan las circunstancias del diario bregar, a consolidar las relaciones con la familia, a nutrirlas y a crecer al amparo de la verdad y el deber cumplido. No es necesaria la acumulación tenaz de horas vacías y forzadas para ofrecer minucias intrascendentes; nada más lejos de la necesidad de nuestra familia. Brinden lo mejor de su tiempo, aunque sea en pequeñas dosis, así obtendrán una densidad de sentimientos incomparable. Sientan cómo emana el calor del contacto diario. El tiempo no se detiene, no lo desperdicien en jornadas estruendosas, en medio de la charanga bulliciosa y del dulce frenesí de las copas. No nos eximamos los hijos, de toda responsabilidad. Recordemos que los padres no son seres infalibles, son criaturas efímeras, como todos lo somos, sometidos al rigor de la vida, a veces incomprensibles, que en algún momento cumplirán su período vital y nos abandonarán. Sepamos perdonar y entender los errores. También nos llegará el turno de equivocarnos. Restañemos las heridas y evoquemos los postulados de la familia cristiana, sólida roca embestida por la tempestad, incólume monumento de resistencia amorosa. Finalmente, deseo a todos los padres que habitan en nuestro país, que nuestro Creador vierta una lluvia de bendiciones sobre ellos y que, en los momentos más difíciles, tengan en su palabra el acento que defina la concordia y en sus manos las herramientas para construir y no para destruir. Con toda la humildad que consagro al sentimiento que me embarga en este día, quiero desearles un muy feliz Día del Padre, en compañía de la familia, regocijados en la paz y en la armonía espiritual que Dios nos proporciona.
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