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EDITORIAL
Laberinto arnulfista
El oficialista Partido Arnulfista está enredado en su propio laberinto. Con sus iniciativas ha complicado la elección de su candidato presidencial, que llegará a la contienda electoral con muchas heridas.
Desde un principio, los arnulfistas cavaron el hueco donde hoy están metidos. Decidieron eliminar la obligatoriedad de las primarias para que los miembros del colectivo seleccionaran a su abanderado presidencial, en los comicios del 2 de mayo de 2004.
Luego a alguien se le ocurrió la “genial” idea de exigir a cada uno de los tres precandidatos un listado previo de 150 convencionales, para poder participar como candidato en la convención programada para el 22 de junio.
La situación originó que los convencionales firmaran cuanta lista se le pusiera por delante y un partido con 630 convencionales, llegó a contar -de acuerdo a las cuentas de Alemán, Ameglio y Juliao- hasta con 900 convencionales.
Una impugnación obligó a la cúpula arnulfista a dejar sin efecto el requisito del listado previo, pero al mismo tiempo, la mandataria de la República y presidenta del partido, hace público su apoyo a uno de los candidatos.
En un colectivo, donde la mayoría de los convencionales son empleados públicos, habría que estar loco para que en una votación nominal, alguien se vaya en contra de la posición de la gobernante de turno.
Fue un error expresar ese tipo de respaldo, pero ante esa situación, no cabe más opción que reclamar el voto secreto de los convencionales, para mitigar en algo la presión que puedan sentir los convencionales arnulfistas.
Los desatinos del arnulfismo lo tienen contra la pared. Dos precandidatos exigen el voto secreto y sino se accede a ello, el ganador del torneo interno, saldrá debilitado, en vez de fortalecido y con un partido que proyecta hacia el exterior, que no tiene unidad en sus filas y por ende, le será difícil conformar una alianza, con opciones de triunfo, que ya de por sí, son bastantes remotas.
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PUNTO CRITICO |
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