Ha sido siempre la constante, de que cada vez que usted requiere de un servicio público, de los que presta el Estado, queda atrapado entre la indiferencia, falta de consideración, respeto y la prepotencia, de quienes deben ser conscientes que su labor tiene que ser distinguida por su amabilidad, consideración, respeto, así como tener el conocimiento propio de las funciones que ejercen.
En gran medida, que el panameño deje para último momento, los trámites periódicos de pago de placas, paz y salvo, por mencionar algunos, se debe a la renuencia de acudir personalmente, porque es cuando usted siente el maltrato a veces de muchos funcionarios.
Conseguir el paz y salvo de una finca, le costó a su nuevo propietarios alrededor de treinta balboas (B/.30.00), en dos viajes que realizó para ubicar la misma, pues a pesar de no existir contrato ni por número de finca, ni por el nombre de su propietario actual, el funcionario insistía en su ubicación, porque según él, si el terreno había sido invadido por algún intruso, a éste se le había prestado el servicio y estaba moroso, primero tenía que cancelarse la morosidad; no nos quedó más que pensar que lo que el funcionario deseaba era: "que nos comiera el tigre".
Hace unas semanas, una secretaria, luego de hacerme comparecer varias veces para entregarme una nota, me dijo que la misiva aún no estaba firmada y al mirar mi descontento, aclaró con tranquilidad y descaro, que su jefa sólo firmaba las días jueves; ante semejante afirmación, no me quedó otra alternativa que preguntarle si su jefa sufría de parálisis temporal o parcial de las extremidades superiores, recibiendo por respuesta una mirada que dejó al descubierto, el menosprecio que muchos funcionarios sienten por quienes en primera instancia pagamos su salario, porque mientras todo esto se daba, la funcionaria incapacitada para firmar, tranquilamente parada en el pasillo del fondo tomaba café y charlaba amenamente.