Ahora le tocó a UNICEF (organismo internacional dedicado al bienestar de la niñez y la infancia), decir que la "pobreza en Panamá alcanza el treinta y siete por ciento de la población total".
O sea poco más de uno de cada tres panameños es "pobre", según las investigaciones y estudios de UNICEF.
Pero el asunto es peor. El nivel de la llamada "pobreza extrema" es, en el país del Canal y del desorden, de diecinueve por ciento. En el resto de América Latina, esa pobreza extrema tiene el promedio de dieciséis por ciento.
Es decir, que los panameños tenemos mayor pobreza extrema que el resto de los países vecinos.
Con todo el respeto que se merecen los sabios de UNICEF yo dudo de esas cifras. Es más, creo que la pobreza en Panamá es muy especial, y cuando era estudiante de Sociología en Chile me atrevía a llamarla "pobreza en tecnicolor".
Cada vez que veo estadísticas sobre la pobreza panameña, viene a mi mente el recuerdo de lo que vi varias veces en la barriada "bruja" de Loma Fruta de la Pava, en los comienzos de los años sesenta.
Dentro de las casuchas de zinc, maderas podridas y cartón, habían artefactos electrónicos que no tenían muchos maestros y profesores en aquella época.
Y no sólo en la pintoresca Loma ocurría eso. Un estudio que hizo el Instituto de la Vivienda en El Marañón en esos años, señaló buenos sueldos para la mayoría de los que vivían en casas de vecindad, donde un servicio "higiénico" lo usaban quince familias.
En Chile mis compañeros de estudios se burlaron de mis informes y tuve que callarlos llevándoles el estudio del IVU.
Pero para el panameño común y corriente no es un secreto que nuestra pobreza es muy especial, llena de colorido. Ejemplos son:
Pedro, vive en casa condenada, trabaja manejando equipo pesado, tiene collares de oro de dieciocho kilates, chupa licor todos los días, viste lujosas camisillas y costosos zapatos. Tiene tres mujeres...
Juan, pobrecito "palanca" de un diablo rojo, quien siempre se anda quejando de la falta de dinero. Pero compra lotería a montones, es gran bebedor, tiene siete hijos con mujeres distintas y no pierde oportunidad para irse los cuatro días de carnaval a Las Tablas, todos los años...
María, empleada doméstica, cliente preferida de prestamistas y financieras, llena de joyas y finos blue jeans (iguales a los de la patrona), gran compradora de lotería legal e ilegal -la tica, la Miami- usa perfumes franceses...
Darío, pobrecito agricultor que cuando viene a la capital a vender su cosecha deja casi todo el dinero en prostitución y borracheras en el mismo mercado. Bueno para las cantaderas y conocido por brindarle a sus amigos el whiskey más fino que se toma en Azuero...
Amigo lector: podría seguir con más ejemplos de nuestra pobreza "en tecnicolor", pero estoy seguro que usted los conoce muy bien.
(Si invirtieran mejor el poco dinero que tienen vivirían fuera de las estadísticas de UNICEF). |