Son demasiados los taxis en la capital. Están por todas partes, pintados de muchos colores diversos, respondiendo todos a organizaciones distintas, cobrando cada uno de los conductores lo que les da la gana. Y cuando uno necesita un taxi, bajo un intenso aguacero, en la peor de las calles de la ciudad, nunca hay uno, y si hay, dice "no voy" o bájese aquí si no le gusta el servicio.
Este tipo de situaciones y los continuos comentarios de corrupción con el manejo de los certificados de operación, hacen de este sector nacional un frente conflictivo y lleno de altibajos.
Si se le pregunta al panameño común, es muy probable que conteste muy rápidamente en contra de estos señores quienes, además, se convierten en un peligro en las calles, pues se detienen donde les parece, repentinamente, sin precauciones mayores y sin tomar en cuenta las medidas mínimas de precaución.
También hay que tomar en cuenta la participación en todo esto del gobierno que, extrañamente, se rehusa a modernizar la organización del Tránsito, y mantiene el tema de los cupos (así como todo el engranaje que tiene que ver con el servicio de Tránsito y Transporte Terrestre) un siglo atrasado. En ese desorden, lo más natural es que se propicien los actos de corrupción. |