MENSAJE
Egoísmo que se convierte en sadismo
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Rolando Dion y su compañera
Susana Young están ambos bajo proceso criminal. El tiene veinticuatro
años; ella, veintisiete. Se les acusa de haber dado muerte, por maltrato,
a la pequeña hija de ella, de quince meses de edad.
Hacía tiempo que los vecinos oían llorar desesperadamente
a la nena. Luego oían golpes y voces airadas, hasta que el llanto
de la criatura se calmaba. El hombre y la mujer golpeaban salvajemente a
la niña, llegando al extremo de abrir con los dedos su garganta para
forzarla a beber grandes tragos de tequila. Esto lo hacían con el
fin de embriagarla y hacerla dormir.
En cierto momento la paliza que le dieron fue demasiado. La pequeña
perdió el sentido y fue llevada al hospital. Dos días después
falleció. Tenía ocho costillas quebradas y varias heridas
internas.
El fiscal del distrito dijo que ese asesinato era un caso que había
comenzado por egoísmo, y con el paso del tiempo se había convertido
en sadismo. Lo peor del caso era que la víctima tenía apenas
un año y tres meses de edad.
Aquí vemos el resultado de un proceso natural en la historia de
las pasiones humanas. Esta pareja quería vivir sola, no tener problemas
con niños ni ser interrumpidos en sus placeres. La infortunada hijita
de la mujer era un estorbo, un obstáculo. El egoísmo de ambos
llegó a convertirse en sadismo, y de allí el delito no hay
más que un corto paso.
La pasión humana, alimentada por el egoísmo y el ansia
del placer sin estorbos, pronto se vuelve locura. A unos los tienta el dinero,
a otros el sexo, a otros el afán del lujo y de la ostentación,
a otros el ansia del poder y de la figuración. Y si no se llega en
todos los casos al sadismo cruel y destructor, sí se llega a la depravación
del alma y al endurecimiento del corazón.
No hay otro remedio para las enfermedades del alma más que la
buena noticia de Jesucristo. Sólo Cristo, al poner en nuestro frenético
corazón su paz serena, nos transforma. No esperemos a que dentro
de nosotros crezca aún más el demonio del egoísmo.
Entreguémonos hoy mismo al Señor Jesucristo.


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