A mi no me sorprende en lo más mínimo que un jugador nacional, al ver el color escarlata, que lo expulsa de un partido, arremeta con golpes contra el árbitro.
No voy a hacer del caso Roberto Correa una cacería de brujas al estilo medieval. Tampoco voy a defender lo indefendible.
La agresión del futbolista al colegiado José Angel Rodríguez, fue un acto que pudo, como peor consecuencia, fomentar violencia en la gradería del Arabe Unido.
De eso el propio jugador es consciente, pues él no dudó, luego de lo sucedido, en pedir disculpas y aceptar su responsabilidad (un mea culpa natural).
Pero, ¿qué hacemos con Roberto Correa? En mi opinión no podemos sacarlo del fútbol, me parece demasiado fuerte y exagerado. Aquí lo que tenemos que hacer es aplicar el reglamento.
Tan sólo eso, seguir las leyes ya escritas y saber qué sanción le cae a un jugador que agrede a un árbitro.
Ahora, el árbitro nacional tiene también su responsabilidad. Lo único que me tranquiliza es que Rodríguez se equivocó (las veces que pasó) con los dos equipos.
NO BENEFICIO A ALGUNO DE LOS ONCENOS
Además, así como hay un Roberto Correa, hay varios en nuestro fútbol nacional. No podemos solucionar un problema observando la forma, sin ver el fondo de lo sucedido.
Este tipo de jugadores de temperamento, de características fuertes, necesitan un trabajo psicológico, como todo atleta del mundo, pero pedir esto es un sueño tontamente utópico
Acá lo que tenemos que hacer es rescatar lo positivo de lo negativo. Nos percatamos que los árbitros nacionales son los mismos y los jugadores ya les pierden el respeto. Y las quejas son muchas.
Claro, tampoco estoy de acuerdo en que los enemigos de la ANAPROF, aprovechen cada vez que pasa algo malo dentro de la entidad para hacer daño.
Pues hay personas que no aparecieron en la previa, para promocionar en lo más mínimo, pero ahora, luego del incidente son los "sabiondos".
Sigo insistiendo en que esto no puede ser una cacería de brujas, sólo aplicar el reglamento de la ANAPROF y punto.
Claro, hoy todavía hay que dar gracias que no se pasó a más, lo demás hubiese sido lastimoso, y hubiese terminado en llanto.