Se puede ser pobre pero no cochino, reza un adagio. El tema del desaseo y la proliferación de basura y desperdicios en las calles, veredas y solares de los barrios populares, parece haber sido tratado por las administraciones municipales y otras entidades públicas, bajo un enfoque equivocado.
La basura esparcida por los propios moradores en los edificios multifamiliares, casas condenadas y abandonadas que persisten en la zona central de la capital hace insoportable el ambiente en esos lugares propensos a epidemias.
Igual ocurre con las aguas negras y residuales que fluyen de los tragantes y corren libres por las cunetas y bordes de calle, produciendo hedores y pestilencias a toda hora.
Hace unos días me tocó presenciar una jornada de aseo organizada por el Ministerio de Vivienda con la participación de la Alcadía del distrito capital y el Ministerio de Salud, bajo el inusual nombre de Olimpiadas de la Limpieza.
Esta iniciativa tuvo la particularidad de que, esta vez, los propios residentes en casas de inquilinato, barracas y viviendas rehabilitadas en los barrios de Santa Ana y El Chorrillo limpiadores sus predios.
El domingo, desde tempranas horas, hombres, mujeres y niños barrieron los pasillos escaleras y zaguanes, destaparon cañerías obstruidas, cortaron la hierba en los alrededores y recogieron la basura y la colocaron en tinacos, dejando el vecindario limpio y reluciente, en un claro ejemplo de lo que puede lograr una comunidad cuando se une alrededor de un beneficio común.
Esto demuestra que la respuesta al problema de la contaminación por los desechos en las ciudades está en promover un cambio de actitud en la mente de los ciudadanos y no en el paternalismo oneroso que se repite interminable, sin que se advierta una solución definitiva.