OPINION

CUARTILLAS
Curas

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Por Milcíades Ortiz Jr.
Catedrático

Varios sacerdotes (curas) han impactado mi vida con su entrega total al sacerdocio, a pesar que no soy muy religioso que digamos. En los años sesenta, siendo estudiante de Periodismo, conocí por unas horas al sacerdote colombiano Camilo Torres. Con estudios de sociología en Europa, lideraba un movimiento contra la "iglesia de los ricos".

Sus prédicas a favor de los pobres y contra actitudes de la Iglesia colombiana de la época, le valieron su separación. Le prohibieron decir misa. Guiado por mi curiosidad periodística de novato, lo entrevisté y me gané el premio de la Mejor Entrevista del Año, del Sindicato de Periodistas.

Seis meses después, ofuscado, el padre Torres se unió a la guerrilla y un soldado medio analfabeto lo mató de un tiro.

Ya con estudios de Sociología en Chile, conocí aquí en el año setenta al padre español Rafael González. Estaba laborando en la Reforma Agraria. También criticaba ciertas cosas de la Iglesia. Se exasperaba cuando llegaba a un pueblito con casas de barro... y la iglesia hecha por sus moradores era de cemento y techo de zinc.

Molestó tanto con sus críticas el padre González (que también aconsejaba a obreros), que la dictadura torrijista lo sacó del país.

También en esos años setenta conocí al padre Laureano Crestar Durán, promotor de CARITAS. Como periodista le di mi decidido respaldo a su humanitaria labor, en pro del desarrollo de los campesinos pobres.

A finales de los setenta tuve un radio periódico contra la dictadura militar en Radio Hogar. Allí conocí al padre Rosendo Torres, quien convirtió la emisora católica en un bastión de la libertad de expresión. Supe del profundo humanismo que tiene el padre Torres.

En los años ochenta conocí al padre Fernando Guardia, con quien he conversado buen rato. Siempre el padre Fernando hace gala de su valentía y no tiene "pepitas en la lengua".

Sus misas bajo un árbol en el poblado Las Cuchillas, de Los Pozos, en la provincia de Herrera, siguen en mi memoria como un grato recuerdo. En los años noventa he conocido al padre Rafael Valdivieso, de la parroquia de Chame. Su dinamismo y don de organizador redundaron en beneficio de poblados pobres de su parroquia. Ahora está en el Vaticano haciendo estudios superiores, lo que se merece sin lugar a dudas.

También de Chame conocí los esfuerzos del padre Melanio, por construir una escuela en el poblado Las Filipinas. Así sus niños no tendrían que caminar una hora para recibir clases en otro sitio. Aunque lo trasladaron del lugar, sigue en otros montes ayudando a los necesitados.

Al padre Néstor Jaén lo conozco por su valentía e inteligencia. He hablado poco con él. Y con Monseñor Rómulo Emiliani sólo conversé medio minuto. En estos nobles curas pienso cuando leo noticias sobre vicios de la carne que sufren algunos sacerdotes.

 

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