Me disculpan los lectores si el término empleado para titular esta crónica resulta un tanto áspero, pero no quedan palabras para hacerle entender a los promotores de viviendas en Panamá Oeste y a las autoridades cómplices, el repudio que siente la comunidad ante la contaminación ambiental de que está siendo objeto esta región, como si los pobladores fuéramos cerdos condenados a vivir entre el estiércol humano y las inmundicias de toda clase.
Recién comenzado el período escolar en la Escuela del Tecal, los estudiantes se han visto obligados suspender sus clases e irse a casa ante el temor de una epidemia por el derrame del tanque séptico de la barriada.
El peligro de una epidemia está latente a escala mayor si nos atenemos a las declaraciones del Ministerio de Educación, quien ha señalado que hay 39 centros escolares con problemas similares.
¿Y por qué tiene el Cuerpo de Bomberos que salir a subsanar una situación que le corresponde a una empresa privada?
He denunciado infinidad de veces la práctica anti-ecológica y criminal de construir las lagunas de precolación a cielo abierto a orillas de los ríos y quebradas y dentro del perímetros de las barriadas, y no ha habido una sola autoridad que haga valer el derecho que tiene la ciudadanía a vivir en una ambiente sano.
En lo que podría ser calificado como un insulto a la población, el Instituto de Acueductos y Alcantarillados y los promotores de viviendas se han pasado casi cuarenta años, desde que se inició el auge de la construcción en serie, sin definir responsabilidad en el manejo de las aguas negras y residuales que, de manera más inhumana son arrojadas en cualquier lugar.
Igual ocurre con la disposición de la basura y los desechos sólidos donde compiten la inactividad de los municipios y un ciudadano sin conciencia que ante la falta de respuesta oficial agrava el problema regando sus propios desperdicios en las vías públicas y herbazales.