Dentro de pocas horas el pueblo francés decidirá sobre su futuro, en medio de una segunda vuelta electoral muy emotiva. El pasado 21 de abril, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen sorprendió a las huestes socialistas, ganando su espacio para disputar la presidencia de la República gala al conservador y actual mandatario Jacques Chirac.
Como era de esperarse, el revuelo es tal que muchos no comprenden el porqué la extrema derecha tuvo tanto apoyo en estas elecciones francesas. Pero, como todos los fenómenos creados por la globalización y la adaptación de Francia en la Unión Europea, millones de personas en el país galo han sufrido por los cambios bruscos de su sociedad tradicional.
La oleada migratoria, la pérdida de valores, la corrupción, el desempleo y el materialismo rampante, han hecho ganar adeptos al denominado Frente Nacional, el partido neo-fascista de Le Pen, que busca aprovecharse de la desesperanza de los franceses frustrados con el rumbo de su país.
Paradójicamente, fue la división de las fuerzas socialistas la que produjo el fracaso electoral del primer ministro Lionel Jospin. Igualmente, el gran abstencionismo, que alcanzó un 28.5%, permitió a los neofascistas el adquirir notoriedad en la política francesa.
El terremoto creado por Le Pen ya ha dado señales de puro extremismo demagógico. El candidato ultraderechista ha dicho que colocará a los inmigrantes y demás grupos extranjeros con un estatus legal no definido, en "campos de concentración" para "readaptarlos" y regresarlos a sus respectivos países de origen. De igual manera, Le Pen propugna que Francia salga de la Unión Europea, que deje el Euro y se regrese al uso de la moneda gala, el franco. Además, el ultraderechista atacó la integración regional en el Viejo Continente y aprovechó para descargar insultos a los líderes de España, Inglaterra e Italia, quienes recriminaron "las locuras" de Le Pen.
Las multitudinarias marchas efectuadas por la juventud francesa, compuesta por gente de todas las regiones galas y de personas procedentes de los cuatro puntos del mundo, han demostrado coherencia política en defender el pragmatismo, además de la enorme responsabilidad del pueblo francés con la historia humana.
Mañana domingo 5 de mayo, los franceses votarán por Jacques Chirac, no por su plan de gobierno para acabar con la delincuencia, sino por meramente salvar la institucionalidad, los logros democráticos y el progreso obtenido con la inclusión francesa en la Unión Europea.
Ojalá que el "NO" a Jean-Marie Le Pen sepulte al fascismo extremista y haga comprender a los futuros gobiernos que el pueblo necesita atención a sus necesidades. |