Jamás en nuestras vidas pensamos ver el precio de la gasolina a niveles tan elevados. Ya es el colmo. Sólo en Estados Unidos, CNN mostró a varios norteamericanos empeñando sus vehículos de 16, 000 dólares por la migaja de 500 rúcanos, para no gastar más su dinero en combustible.
En Panamá, los letreros de las estaciones de combustible amanecieron con precios rondado los 3.40 balboas el galón de gasolina regular. Miles de personas en el Istmo, sobre todo los camioneros, taxistas y buseros pegaron el grito al cielo ante el aumento.
Pero hay un facto interesante en el asunto del petróleo. Los gringos se pueden dar el lujo de vender sus vehículos, pues en las grandes ciudades del país norteño hay sistemas de metro, trenes ligeros y autobuses subvencionados por el Estado. Acá, el tener un carro es una necesidad, para no decir en realidad que la gente no soporta viajar en el pésimo servicio de autobuses de los "Diablos Rojos".
Cada panameño, cuando ve la oportunidad, adquiere a precio módico un automóvil. El carro da libertad de movimiento e independencia. Este facto ha sido el causante que en un país de tres millones de personas, existan casi 500, 000 vehículos. Es decir, un auto por cada seis ciudadanos.
Lo lógico sería convencer a los panameños que dejen de comprar autos y que utilicen el transporte público capitalino o regional. Semejante idea es ahora descabellada por las razones que todos conocemos.
En el presente, nos enfrentamos a un posible paro del transporte público capitalino, debido a que los buseros quieren aumentar en unos cinco centavos el pasaje de los usuarios. Igualmente, quieren que los estudiantes paguen 25 centavos o que el Gobierno les subvencione el combustible en sus vehículos.
El transporte público capitalino debe operar de forma eficiente. Si un transportista no puede enfrentar el reto por el encarecimiento del combustible, pues que deje de operar y salga del negocio. Por otro lado, en la modernización del transporte, hay que buscar soluciones factibles que ayuden a que los panameños no se vean muy afectados por el incremento del petróleo y sus derivados.
Nuestro país ya se comprometió en el esfuerzo de modernizar el sistema de transporte público en la Ciudad de Panamá y alrededores. Pero la solución, que son los autobuses articulados fabricados en Colombia y Brasil, tardará su par de años; además, a la larga, nos obligará a cambiarlo posteriormente porque es un sistema contaminante y que consumirá millones de galones de diesel al año, encareciendo el costo del pasaje de los usuarios locales en el futuro.
Fue un error por parte de aquel asesor presidencial de Martín Torrijos de descartar la colocación de un sistema ferroviario urbano, al modo de los trenes ligeros. ¿Cómo es posible eliminar una opción que funciona con electricidad, para instalar una flota de buses grandes que seguirán consumiendo combustible a diestra y siniestra?
En el 2009 nos daremos cuenta del craso error y del mal negocio. Por lo demás seguiremos con el dolor de cabezas del alza del combustible y el dilema del transporte público en Ciudad de Panamá.
