En meses recientes, la apasionada pero pacífica fanaticada beisbolística panameña, se ha enfrascado en varias peleas multitudinarias, en algunas incluso enfrentándose con jugadores de equipos contrarios.
Estas batallas campales las vimos en Aguadulce, durante un juego de la serie juvenil entre Veraguas y Coclé. En la ciudad capital, en el Estadio Rod Carew, un jugador del equipo mayor de Los Santos quiso agredir a un fanático.
Y en la reciente serie entre Chiriquí y Los Santos, hubo tiradera de puñetes entre las barras rivales.
Parece que estamos contagiándonos de las conductas de los atorrantes de lo peor de las fanaticadas del fútbol europeo y sudamericano: los Hooligans de Inglaterra, y las llamadas "Barras Bravas" en Argentina. Todo lo malo se pega, aunque se trate de malcriadeces que ocurren a miles de kilómetros de distancia.
¿Es que acaso la agresividad en las gradas se ha convertido en algo aceptable entre los fanáticos del deporte?
Hasta ahora, todo se ha limitado a golpes de puño cerrado y patadas. Pero no nos extrañe que en algún partido en uno de nuestros estadios del interior de la República, un fanático alterado saque un cuchillo, o un arma de fuego, y dispare a lo loco contra los seguidores del equipo contrario.
¿Acaso nos dará también por imitar a los fanáticos españoles e italianos racistas, que gritan improperios contra los jugadores de raza negra de sus propios equipos profesionales?
Esto no puede llegar a generalizarse. No solo la policía tiene que comenzar a poner orden en los estadios, sino que también los propios fanáticos de los equipos deben tomar conciencia.
Parece que lo que estamos viendo es una escalada de agresividad. Tantas peleas en meses recientes es algo que no había sido visto antes en nuestro béisbol. Esto sí que es un "foul" de nuestra fanaticada.